martes, junio 8

Las lágrimas negras de Llusita

AYACUCHO
MUJERES VIOLENTADAS (I)

Hubo un tiempo en que este pueblo sufrió el infierno en vida. Una escalada de violencia que afectó con especial saña a las mujeres. Muchas sufrieron violaciones sexuales que las demolieron. Tras una larga catarsis, están dispuestas a exigir justicia


¿De qué balcón hinchado de miseria se arrojó la dicha una mañana?
Blanca Varela


DAVID HIDALGO VEGA
Hay campos de concentración que no tienen muros. Ni rejas. Ni límites. Se despliegan sobre territorios abiertos, paisajes de cierta tranquilidad bucólica que son verdaderos disfraces del horror. Una ladera de tranquilos pastos verdes que alberga cadáveres descuartizados, un riachuelo de aguas frescas en las que han sido ahogados decenas de inocentes. El mismo espanto, la misma barbarie. Entre los más evidentes escenarios de la crueldad está Llusita, un pueblo donde muchas mujeres viven con la tentación de morir. Han perdido las ganas desde que algún familiar desapareció o fue asesinado en el reguero de sangre reciente. Pero la verdadera razón, el golpe que ennegreció sus almas, fueron las violaciones sexuales que sufrieron en esa misma racha. Alguien siempre pondrá en duda el número de sus víctimas, pero está claro que este lugar es un páramo de miedos concentrados.
Días atrás el pueblo debió enfrentar su drama más crudo. Una comitiva de la Comisión de Derechos Humanos (Comisedh) había llegado para mostrarles, por primera vez, el video testimonial en que varias confiesan haber sufrido esa agresión. La sala de reuniones comunales estaba repleta. Entre los presentes había mujeres jóvenes y ancianas, niñas, niños y varones del pueblo que no estaban preparados del todo para resistir la verdad. Y la verdad es que muchas fueron abusadas. La verdad es que desde entonces sus vidas han quedado destrozadas. Las mujeres llevaban sombreros adornados de flores muy coloridas, pero el silencio era de un gris opresivo.
-Este pueblo jamás olvidará lo que pasó- dijo un comunero en los instantes previos a la proyección.
Las imágenes corrieron. Una canción les recordó los días de espanto: En la placita de Llusita/espera el carro del convoy/los prisioneros están llorando/al ver el carro del convoy/madrecita, no has de penar/cuando el carro del convoy me lleve. Y empezaron los dramas. Isabel Quispe habló del día en que varias mujeres fueron detenidas por una patrulla militar en un recinto y a ella la hicieron salir para que rindiera su manifestación, pero apenas estuvo fuera fue violada por dos hombres que luego la molieron a golpes. Carmen Huayhua recordó que un día se llevaron a varias jóvenes hacia el estadio del pueblo y allí "violaron a todas las chicas". Luego los soldados salieron riéndose y "diciendo groserías". El dolor con que ellas hablaban no era solo emocional, todavía no se han recuperado del trance físico. Aún tiemblan por los achaques y la rabia.
-Si supiera qué hay dentro de mí, abriría mi cuerpo y lo sacaría- alcanzó a decir Isabel Quispe con un temblor nervioso.
Para entonces un gemido ahogado, como el de quien se resiste al llanto, se apoderó de la sala. Todos lloraban. Todos. Y el que no, apretaba los dientes para aguantar la puñalada. Una mujer gemía y apretaba los dientes a la vez. Su nombre es Feliciana Quispe Huamani. Y ha sufrido demasiado.

MADRE FELICIANA
Las mujeres del pueblo la consideran una madre. Si alguna siente que los achaques son insoportables, la llaman a ella. Si otra tiene problemas con el marido, le consulta a ella. Si una tercera o una cuarta cae presa de la melancolía, ella siempre tiene la palabra correcta. La mayoría ha pasado por experiencias parecidas, pero ocurre con Feliciana que ha pasado por casi todos los dolores imaginables: dos de sus hermanos fueron detenidos por patrullas militares y no aparecieron más, una hermana suya fue secuestrada por Sendero Luminoso y ella misma fue vejada sin piedad.
-Todas estamos traumadas. Yo siento que no estoy bien. A veces olvido mis pensamientos y pienso que voy a enloquecer- confiesa, en una conversación aparte, pues no conviene mostrar su debilidad. La necesitan.
Una noche, Feliciana forcejeó con unos soldados que trataban de arrebatarle a su niña más pequeña. Tuvieron que usar una palanca para quitársela. Luego arrastraron a esta mujer hacia un bosque de eucaliptos y la violaron, varias veces. Había 25 efectivos mirando la escena. Su hija fue cubierta con colchas para que no viera el ultraje, pero es obvio que si el dolor atraviesa murallas, la niña debió sentir la crispación del momento. El horror agudiza los sentidos.
Feliciana tiene un terreno en la parte alta de Llusita. Su casa de adobes es pequeña, pero tiene un amplio patrio trasero donde se realiza el barbecho y la olla común cuando ella recibe visitantes. Esta mañana, el patio está copado de mujeres. Muchas llegan a ella con tiernos gestos de agradecimiento, pues, para empezar, ella fue la primera en dar la cara cuando se pidió sus testimonios para la Comisión de la Verdad. Los detalles de su caso estremecieron a los comisionados. Una frase resumió parte de su tragedia: "los soldados se pasearon sobre nosotras". La otra parte es que nunca volvió a ver a su hermana desde que se la llevó Sendero Luminoso, pero presume su destino.

DUELO PROFUNDO
Que lo confiesen ahora es el fin de una larga catarsis. La marca era tan profunda que muchas mujeres se resistían a aceptarla, a mencionarla siquiera. Hasta ahora muchas niegan haber pasado por ese trance porque conocen las consecuencias: buen número de víctimas fueron abandonadas por sus esposos ante la evidencia de la violación. Otras tantas fueron marginadas por sus propios vecinos.
-De por sí, un ataque de este tipo es terrible para una mujer, pero en el mundo andino una violación es especialmente ofensiva y anuladora- explica Gloria Huamani, investigadora que trabajó con las mujeres de Llusita para recoger sus testimonios.
Durante meses, Huamaní debió compenetrarse con ellas para descubrir su drama más profundo. De entrada encontró que un cuadro depresivo estaba carcomiendo a todo el pueblo. Las mujeres estaban como enajenadas por la tristeza, los niños lucían bajo un cierto abandono, los hombres no esperaban nada. Gloria tuvo que organizar talleres de autoestima para arrancarles las ganas de morir.
-Había mujeres que quedaron inválidas luego de las torturas y violaciones. Otras presentaban tumores o traumas mentales. Pero las que quedaron menos afectadas fueron quienes tomaron fuerza para sobresalir- precisa la investigadora.
Antes de Feliciana Quispe, o de Isabela, o de Carmen, ninguna lo hubiera aceptado. Y hasta ahora es difícil. Los golpes de la guerra parecen más que suficientes para andar recordando momentos más amargos. Porque además de este drama, en Llusita no hay persona que no tenga un familiar muerto, un desaparecido. Es la solidaridad del tormento. En las afueras del pueblo hay un paraje tranquilo donde se ha abierto una fosa para enterrar a gente que fue ahogada en el río que los surte de agua.
-Mis hermanos están aquí- dice Feliciana, quien no ha querido despedirse sin mostrarnos este paraje-. Yo vengo siempre y les digo: Marcelino, Felipe, ¿cuándo van a regresar a nuestro pueblo? ¿Cuándo van a volver a la casa? Pero no me responden. Yo todavía espero que regresen. Y no entiendo. ¿Por qué nos hicieron tanto daño? ¿Qué les hicimos?
Y no hay respuesta. A veces estas mujeres temen que sus quejas caigan abandonadas al vacío, como las lágrimas de un ciego. Eso les resultaría insoportable.



(Recuadro)


REACCIONES
' ' La posición del Ministerio de Defensa es censurar y repudiar cualquier acto que atente contra la integridad física del ser humano. Hasta el momento no existe ningún proceso oficial por casos de violación sexual por parte de miembros del Ejército. Hay que precisar que parte de estas denuncias son atribuidas a Sendero Luminoso. Ahora, el Ministerio de Defensa dará las facilidades para la identificación de los responsables siempre que sea requerido por el órgano jurisdiccional pertinente, que es la fiscalía. Hasta el momento no se han producido esos requerimientos. Casos de este tipo son materia judicial, pero tenemos que tener cuidado con el principio de que todo hombre es inocente mientras no se pruebe lo contrario. Existe una evaluación interna respecto al informe de la Comisión de la Verdad, pero, como es sabido, eso será materia de un pronunciamiento del presidente de la República". Alberto Otárola viceministro de Defensa