miércoles, junio 9

Un hombre fiel a su máscara

Frau Diamanda
O los laberintos interiores de un travesti


Héctor Acuña practica la forma más bizarra del travestismo: es una drag queen. Es su personaje y también su alter ego, el escudo para enfrentar los prejuicios. “Fraumorphing”, su actual experimento de estética, es casi una declaración de principios escrita con rímel


Bajo el maquillaje desaparece el rostro y sus tribulaciones. Héctor Acuña, un hombre encarnado en su 'drag queen', está a punto de cometer una herejía: diluirá en las pinturas brillantes de su rostro un poco de sus oscuridades de corazón. Por un momento se va a confesar en sus dos dimensiones, hombre y personaje. El escenario es una galería donde se presenta la primera reivindicación artística sobre el travestismo, esa rebeldía de trapos contra el sexo de quien los lleva puestos. Una de las salas es un centro de estética popular. La otra muestra en fotografías la vida cotidiana de tres travestis: una estilista, una diseñadora de modas, una socióloga. Si el poeta Machado tiene razón en eso de que todo hombre público debe ser fiel a su propia máscara, es hora de comprobar si Acuña es fiel a su Frau Diamanda.



Según has escrito, esta exposición va contra esa costumbre de reprimir la libertad de lo que uno quiere ser. ¿Qué eres tú?


Yo trabajo con mi cuerpo. Me sirvo de lo que es un travesti para crear un personaje. Yo no practico el travestismo que la gente ve en la calle, de esos que están en las esquinas. Yo lo utilizo como arma, como estrategia. Para mí es bien claro que al transgredir estas formas masculinas de mi cuerpo, obviamente voy a revertir la dualidad que te impone la sociedad, eso de que el hombre es hombre, la mujer es mujer y que no hay otras formas de sexualidad o de amor. Tú eres libre de elegir tus propios dogmas, tu estética, cómo te vas a comportar.




Imagino que no siempre habrás sentido esa libertad.


No, claro. Yo me he criado en un ambiente completamente femenino. He sido el único hijo varón de una familia llena de mujeres. Siempre estuve rodeado por ese universo de vestidos, zapatos. Comencé a probarme la ropa de mis hermanas, me miraba al espejo. Tendría 7 años o menos. A esa edad lo haces con inocencia.


¿Te decían algo por vestirte así?


No, porque lo practicaba en secreto.




¿Con culpa?


Con curiosidad. Más adelante sí sentí un poco de culpa. Cuando llegas a la adolescencia todo cambia. Ya no haces las cosas inocentemente. Viene el problema de la identidad, si eres hombre o mujer, si te gustan ellos o ellas. He pasado varias fases: primero fui gay, luego travesti; ahora drag; son etapas transgresoras, una metamorfosis necesaria para alcanzar lo que yo quería, un estado de paz.




¿Por qué siempre hablas de transgredir?


Siempre he sido rebelde, desde joven tuve conciencia de ser diferente. Creo que dentro de lo feo, hasta en un basural, puedes encontrar un tipo de belleza.




¿Cómo reaccionó tu familia?


Mi papá dejaba que lo hiciera. En realidad nunca tuve una figura paterna, mi modelo masculino lo conseguí en la calle: los amigos, la borrachera, las drogas. Fue duro porque provengo de una familia que es un matriarcado. Lo bueno es que yo tengo un poder de adaptación innato, si entro en un grupo, capto las formas, el lenguaje. Ahora tengo pocos amigos homosexuales. Eso es porque el ambiente gay me aburre mucho. De repente es por mi propio carácter. Soy inconforme. Ahora ya no voy a las discotecas, pero antes iba con tres o cuatro amigos, todos vestidos de negro, el cabello largo con los ojos pintados y chorreados. Nos decían 'las metaleras', 'las argentinas', 'las encueradas', 'las vampiras'.




¿Dónde vivías?


En Los Olivos. Allí fui cuajando mi estética. Siempre me gustó la música diferente, depresiva, lo oscuro.




¿Te deprimes mucho?


Desde que nací. Soy un melancólico igual que mi padre. Somos depresivos, aislados, cerrados.




¿Y tu madre?


Ella no aceptaba que tuviera ropa de mujer en mi habitación. Al principio me la escondía, pero falleció en el 96. De alguna manera me sentí más libre para experimentar. Mi papá lo aceptó. Incluso vino a ver la muestra. El secador que tengo aquí es de su novia, me lo ha prestado. Normal.




¿Te quisieron llevar al psicólogo? Digo, por ese prejuicio de que ser gay es una enfermedad...


Cuando era adolescente sí, fui. A los 12 años no sabes lo que quieres y si encima eres una persona depresiva...




¿Frau Diamanda viene de esa oscuridad interior?


El personaje lo fui cocinando desde los noventa. Paraba con una mancha de inconformes que con el tiempo iba explotando lo que tenía a mano. Íbamos a comprar maquillaje, ropa vieja, a los mercados de pulgas, a La Cachina. O saqueábamos los armarios de cualquier tía, de cualquier abuela, y experimentábamos. Al principio me llamaba Diamanda, por Diamanda Galas, una cantante gospel gótica que es lo máximo.




Me dicen que quisiste darle a tu personaje un origen alemán.


No. Es solo por el título. Yo soy traductor, trabajo mucho con la fonética. Canto en quechua, aimara o lo que sea, igual no se me entiende porque la idea es trastocar la voz. Un día llegaron a mis manos unos libros sobre 'drag queens' en Nueva York y me di cuenta de que había una tradición de ponerse títulos antes del nombre. Por ejemplo, en Argentina está Baronesa Dietrich; en Estados Unidos, Miss Understood. En esa época yo estaba aprendiendo alemán en un instituto. Entonces elegí 'frau', que significa 'señora'. Sonaba fuerte: Frau Diamanda.




Alguien dirá que es una pose.


Para que una persona disfrute de un 'drag queen' tiene que tener la mente abierta, porque si lo piensa de un modo racional, esta propuesta no tiene ningún sentido. Parte de lo gestual, del cuerpo, de las sensaciones, del momento. Es muy complejo. Lo mío es hacer intervenciones. Salgo a la calle y hago un escándalo, como ayer, que estuve en la Universidad Católica volanteando mi muestra. Me gusta ver la reacción que provoco. Hay chicas que me dicen: “Ay, qué linda”. Pero también hay gente que me insulta.




¿Te consideras un artista?


Me considero un artista del género porque es mi materia de trabajo. Así como el pintor usa el lienzo o el escultor la piedra, yo trabajo el género. Me gusta mezclar lo masculino y femenino y crear un híbrido que no sabes a dónde va a llegar. Puede ser una lagartija feminoide, por ejemplo. Las formas femeninas me gustan mucho.




¿Por admiración, deseo frustrado?


Eso dicen. Bueno, según la psiquiatría un travesti es un tipo que se viste de mujer para excitarse. Yo no me excito, pero sí encuentro un placer hedonista cuando me maquillo. Es una forma de narcisismo.




O de insatisfacción.


No, es una búsqueda estética. Yo soy feliz como soy, con chancletas y buzo en mi casa. A mí los travestis me interesan en el sentido estético y en el sentido humano. Esta muestra se la dedico justamente un amigo travesti y a un amigo 'drag queen' que fallecieron de sida, uno en el 98 y el otro en el 2001. Pero no sé, también hay una especie de rebeldía que debe salir a flote.




¿Rebeldía contra quién?


No sé, de repente contra mí mismo. Es contra los patrones de la sociedad.




¿Cuando estás en tu personaje, eres otra persona?


Sí. Frau Diamanda se caracteriza porque es conchuda. Una vez me metí a una iglesia durante un bautizo. Fue en el 2001, en la plaza Francia. Era el día del orgullo gay y yo tenía que hacer una performance. Vi la iglesia abierta y me metí. Luego me subí a una combi y me fui de Lima a Miraflores. ¿Te das cuenta? El asunto es ser libre, tener conciencia de que eres diferente y que esa diferencia no limita tu libertad.




¿Y tú eres totalmente libre?


Sí, la imagen me da un poder. Hago cosas que como Héctor no haría. Pero Frau Diamanda sí, porque se ve bien. Cuando estoy en el personaje, no tengo límites.




¿Tu personaje es depresivo como tú?


No, pero sí tiene su parte oscura. Cuando te metes al mundo drag te das cuenta de que hay mil especies y subespecies. Hay la 'lady', la 'show woman', la mujer, de todo. Y en la subespecie oscura, gótica, hay dos que son lo máximo. Una es Flloyd, una 'drag queen' de Nueva York. Marilyn Manson es una zapatilla a su costado.




¿Por qué, qué hace?


Es un duende, con ropas medievales, garras, un maquillaje completamente deforme. Hace presentaciones en las que se corta los brazos y empieza a sangrar. También trabaja con mujeres degolladas.




¿Y la otra?


Misstress Formika, que es una 'drag queen dominatrix' a la que le gusta mucho el lenguaje sado, con mucho cuero. Yo no lo practico, pero me gusta, porque lo suave, lo bonito, la femineidad no me basta. Necesito algo más. Algo fuerte. Mi personaje es femenino, pero siempre hay una actitud que no va de acuerdo con ella.




Una doble personalidad...


Es un entrar en personaje, como cualquier actor.




¿Por qué llamas a esto un experimento de estética?


Porque es la imposición de la imagen sobre los demás. Frau Diamanda quiere volver a todo el mundo una Frau Diamanda. El experimento es ver hasta dónde cede la gente.




También me parece una forma de escape.


No, más bien últimamente Frau Diamanda me está agobiando demasiado. Me exige cada vez más cosas que como Héctor no hubiese aceptado. Me está matando, la verdad.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

congratulations de parte de hector, solo algo beve, frau es mi cracion, mi objeto, enrealidad hector es su dueño

25 de abril de 2008, 8:57 p.m.  

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