lunes, junio 28

Los amantes de Machu Picchu

Kenneth y Ruth Wright
DOS FANATICOS DE LOS INCAS


Estos esposos estadounidenses se han convertido en verdaderos embajadores de la ciudadela cusqueña. Han publicado libros y guías turísticas, han visitado el lugar en trece ocasiones y han descubierto tramos desconocidos del Camino Inca. Todo por amor al lugar

DAVID HIDALGO VEGA

El embrujo de Machu Picchu es el de toda ciudad bajo una condena eterna: siempre luce más hermosa a medida que parece a punto de desbarrancarse. Su celebridad mitológica radica en que no se cae, pese a las amenazas de derrumbes y al tránsito excesivo de turistas sobre ese santuario de callejas geométricas. A muchos visitantes parece no importarles el deterioro silencioso, pero sí a un matrimonio estadounidense que ha convertido a la ciudadela en el escenario de su pasión otoñal: Kenneth Wrigth, un ingeniero civil con vocación de rabdomante, y su esposa Ruth, una abogada retirada de los ajetreos de la política. Desde que llegaron a este punto cumbre del Cusco la biografía de sus últimos diez años es la de dos embrujados por las ruinas, según esa idea popular de que todo vestigio del pasado alberga maldiciones, pero también destinos.

"Mi primera visita fue en 1974 y me encantó", recuerda Ruth. Su primera impresión fue la de una ciudad que se había secado con el tiempo. "Cuando regresé a casa, en Denver, le comenté a mi esposo cómo era posible que quienes construyeron esta ciudad hubieran podido abastecerse de agua en las montañas". Kenneth prometió averiguarlo. No eran palabras al paso porque el hombre llevaba años especializándose en estudios de paleohidrología, algo así como el rastreo de recursos de agua del pasado. Su empresa consultora hace estudios de subsuelo para gigantes del petróleo y empresas mineras desde Estados Unidos hasta Medio Oriente. Durante diez años estudió las tierras de la desaparecida tribu Anasazi, en Mesa Verde, Colorado, hasta rescatar el método que usaron para obtener agua. La idea de desentrañar cómo los incas hicieron lo mismo en esa ciudad perdida en las montañas andinas lo entusiasmaba como un arca perdida a su Indiana Jones.

Le tomó veinte años obtener el permiso para iniciar sus estudios. En 1994 formó un equipo de ingenieros civiles, arqueólogos y habitantes de la zona para iniciar las exploraciones. "Traje especialistas de Denver para que aprendieran de lo que construyeron los incas", dice el hombre. Su entusiasmo ha sido recompensado con benevolencia por apus protectores en los que no cree, pero que respeta. Una vez, mientras se hacía una excavación para analizar los suelos, el equipo encontró un brazalete de oro que yacía casi un metro bajo tierra. No era un entierro, acaso sí un pago a la tierra. "Era el primer objeto de oro que aparecía en Machu Picchu", dice el hombre, orgulloso. El que busca encuentra y el obseso más: según los registros que tiene, hasta ahora ha descubierto tres tramos perdidos del famoso Camino Inca.

El primero de estos tramos apareció a sus ojos en 1999. El trecho estaba ubicado hacia el flanco este de la montaña. "Es el más importante de los tres. Según me ha dicho el arqueólogo Alfredo Valencia Zegarra, puede ser el descubrimiento más importante desde el hallazgo de Hiram Bingham". El segundo tramo apareció en el año 2002 y aparentemente era una vía para la llegada de alimentos desde Killapata. El día del descubrimiento se desató tal entusiasmó que alguien sugirió bautizar ese sector con el nombre de su esposa. Lo iban a llamar El Camino de Ruth, pero la prudencia científica, ese sacudón de realidad que sucede a los hallazgos, ha hecho que permanezca como el sector L.

El tercer tramo apareció hará apenas un par de semanas. Está ubicado en una posición más alta de lo normal y fue hecho con un cuidado especial, bien asentado y con mejores materiales que los dos anteriores. "Creemos que pudo estar reservado como vía militar, porque permitía un rápido desplazamiento de gente, tropas tal vez", indica Wright, con la seguridad de quien se ha dejado adoptar por la arqueología. Sin embargo, sabe que las ciencias no admiten entenados y se cuida mucho de no invadir terrenos ajenos. Uno de sus libros más conocidos, "Machu Picchu, una maravilla de la ingeniería civil", fue escrito en colaboración con el mismo arqueólogo Valencia Zegarra y su esposa Ruth.

"Nosotros hemos conocido otras partes del mundo: Arabia Saudí, Roma, Grecia, Bagdad. Pero ninguna nos cautivó así", precisa ella. Machu Picchu es su pasión compartida. Lo han visitado tantas veces que cada uno puede hacer de inmediato un mapa mental con detalles que los turistas ocasionales pasan sin notar. En ocasiones han llegado a venir tres veces en un año solo para seguir estudiando, tomando fotos y compenetrándose con los habitantes. Kenneth es padrino del equipo de fútbol del pueblo. Una camiseta verde honorífica lo reconoce sin exigirle ajetreos inútiles. En el año 2000, una resolución municipal los nombró Ciudadanos Ilustres, aunque tal vez el título debió ser el de embajadores de las ruinas incas. Es el papel que se han tomado a tiempo completo.

Cada año la compañía de los Wright publica un calendario cuyo motivo exclusivo es Machu Picchu. Los diez mil ejemplares son enviados como obsequio a los ejecutivos de importantes empresas estadounidenses con las que mantienen contratos. "Muchos los tienen colgando en sus oficinas y me han comentado sus ganas de venir", dice Kenneth. Todas las fotos que ilustran esos calendarios han sido tomadas por Ruth y han ganado varios concursos de almanaques en Estados Unidos. El calendario del 2005, sin embargo, llevará detalles de la extraordinaria ilustración de Machu Picchu realizada por el famoso artista Robert Giusti para la edición internacional de la revista "National Geographic".

Más que una concesión entre artistas, es una colaboración. Ocurre que Giusti se inspiró en las fotografías de la señora Wright para dibujar cada detalle. Cada cierto tiempo, el artista les enviaba un avance de la ilustración para que ellos le hicieran observaciones. Cuando era necesario, los Wright le facilitaban más fotografías. El resultado es una pintura que reconstruye la vida en la ciudadela como debió ser antes de la caída del imperio: los edificios lucen sus techos de paja y las estilizadas paredes de piedra; los labradores preparan la tierra de los andenes para una nueva faena de sembrado; una pequeña multitud se reúne en la plaza central para una fastuosa ceremonia. Cada piedra dibujada es reflejo exacto de la que existe en el lugar. El mérito del retrato es que Giusti jamás ha pisado Machu Picchu. Los Wright fueron sus ojos.

"Ha sido una relación mutua. Kenneth y yo amamos Machu Picchu por igual", afirma Ruth. Desde que ella descubrió el lugar para sí, a mediados de los años setenta, ambos han venido trece veces y han permanecido bajo su embrujo por temporadas variables. Aquella primera vez, Ruth llegó con sus hijas Rosemarie y Leslie, todavía adolescentes. En años posteriores han traído al esposo de la primera, Grosvenor. " En agosto cumplimos cincuenta años de casados y pensamos venir a celebrarlos con la familia en la ciudadela", adelanta Ruth, quien ha desarrollado los lazos más emotivos con esta joya de piedra.

El último recinto de los incas parece haberla marcado de un modo indeleble. Una tarde, mientras exploraban un sector poco conocido del complejo, decidió limpiar una fuente de agua que estaba atorada con maleza. Cuando el conducto quedó limpio, una hilacha de agua empezó a descolgarse sobre la fuente. Era el primer chorro en quién sabe cuánto tiempo. "Uno de nuestros asistentes se arrodilló frente a la fuente y empezó a agradecer a sus dioses porque posiblemente la habíamos abierto después de quinientos años. Fue un momento de mucha espiritualidad. Es algo que no olvidaré jamás". Experiencias como esas la hicieron escribir una guía titulada "The Machu Picchu Guide Book, a self guide tour", que salió el año pasado y vendió trece mil copias. En enero saldrá a la venta una segunda edición. Nadie como ella para conducir a los viajeros por los vericuetos de ruinas que ya no le guardan misterios.

La de Kenneth es una pasión racional, si se permite el feo oxímoron. Admira como nadie los méritos de la edificación, sus detalles técnicos. "Hasta ahora traigo a los ingenieros de mi compañía para que estudien Machu Picchu como una pasantía. A veces nos agradecen por venir a hacer estudios, pero la verdad es que los agradecidos somos nosotros, por lo que aprendemos aquí", dice el hombre. Su manera de retribuirla no queda en palabras. Hace poco, la pareja cedió a la Universidad de Ingeniería los derechos de tres publicaciones: la citada obra sobre la ciudadela, el libro "Tipón: obra maestra de la ingeniería hidráulica" y la guía publicada por Ruth.

Hay lugares que adoptan a personas y personas que adoptan lugares para vivir. Está claro que esta relación es una moneda que tiene ambas caras. Los Wright tienen planeado nuevos viajes al Cusco, que, a estas alturas, es casi su segundo lugar en el mundo. Como dice una canción: llegar y partir son dos lados de un mismo viaje. Y el de ellos siempre conduce a Machu Picchu.

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LA FICHA

Nombres: Kenneth y Ruth Wright.
País: EE.UU.
Profesiones: Ingeniero civil y abogada.
Publicaciones:
"Machu Picchu: una maravilla de la ingeniería civil".
"Tipón: obra maestra de la ingeniería hidráulica".
"El libro guía de Machu Picchu".

Estas obras han sido cedidas a la Universidad Nacional de Ingeniería para su publicación en el Perú, como una manera de devolver los conocimientos adquiridos.


1 Comments:

Anonymous wen said...

increible como un par de extranjeros descubren las maravillas de este lugar, machupicchu es una de los lguares mas hermosos que tiene el Peru..perono unico eee aca tenemos miles de lugares asi..miren este video..opinen y voten: http://www.youtube.com/watch?v=Ls5LkVJvh3o&feature=email

7 de mayo de 2009, 1:21 p.m.  

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