lunes, julio 18

Alerta contra el racismo

JORGE BRUCE.
El conocido psicoanalista propone aplicar su especialidad a los problemas de la sociedad peruana. Un reciente ensayo suyo analiza la discriminación racial como base de nuestros conflictos más graves. Su mensaje es estremecedor.

David Hidalgo Vega

Todo el país sabe que tres de cada cuatro víctimas de la guerra interna fueron campesinos quechuahablantes. Todo el país sabe que en ciertas discotecas exclusivas de Lima se impide la entrada a quien no tiene el color de piel "correcto". Todos hemos escuchado las prédicas cavernarias de Antauro Humala acerca de la raza cobriza y sus afanes de fusilar a medio mundo. Estamos congestionados de actitudes racistas de ida y vuelta, pero poco se habla del tema. El psicoanalista Jorge Bruce utiliza un concepto de su especialidad para definir la situación: el narcisismo de muerte. "El odio del otro, dice Castoriadis, es la otra cara del odio inconsciente de sí mismo", apunta. Días atrás, durante una disertación, Bruce condujo su diagnóstico por varios aspectos de la realidad nacional. Uno de los temas centrales fue la conclusión de la Comisión de la Verdad: algo hizo que la reacción nacional ante el conflicto que desangraba la sierra se tardara demasiado. La hipótesis de Bruce es descarnada y brutal: "Tengo la impresión de que aquí hubo más que indiferencia. Lo terrible, me temo, es que pudo haber implícito un deseo de que maten a esa gente, a esos otros que no solo no me significan nada, sino que incluso me molestan y estorban". Lo que sigue es una llamada de alerta.

Usted propone psicoanalizar nuestro problema de racismo.
El psicoanálisis no debe limitarse a una práctica clínica. Tengo la idea de que puede aportar al estudio de una serie de problemas de la sociedad peruana como el racismo, la corrupción, el problema de lo criollo. El racismo es uno de los ejes centrales de cómo está estructurada la sociedad peruana, eso ya se ha dicho antes. Lo que propongo es que el psicoanálisis puede ayudarnos a entender cómo viven los peruanos el racismo en su fuero interno y de qué manera esto incide en su comportamiento.

En los últimos tiempos hemos visto brotes de un racismo visceral que no se había tomado en cuenta.
El racismo en la sociedad peruana es multidireccional, no es que vaya solamente de los dominantes a los dominados, hoy lo encontramos en todas partes: si uno va a un restaurante y observa el trato que hay entre el cliente y el mozo, detecta variables de una tremenda desigualdad. Y el racismo es una de las formas más a la mano que se tiene para clasificar a los ciudadanos en categorías. Esto se basa en que todos los grupos humanos en algún momento necesitan, para armar su identidad, tener otro grupo de referencia respecto del cual se puedan sentir mejores o superiores. Decir algo del tipo: "Yo pertenezco a un grupo étnicamente puro, estéticamente superior y con una herencia genética de mayor calidad que estos otros". Castoriadis, un gran científico social y psicoanalista, explicaba esto con algo que yo llamo el silogismo de la amargura: Si afirmo el valor de A debo afirmar el no valor de no A. Es decir, yo valgo en la medida que el otro no vale.

El sociólogo Guillermo Nugent ha escrito que un buen sector de peruanos forma su identidad a medida que se diferencia del cholo.
Claro y lo que es más enajenante es que el propio cholo se puede sentir avergonzado de serlo y hará esfuerzos denodados para alejarse de su propia identidad. En psicoanálisis se le llama a esto el "narcicismo de las pequeñas diferencias": pequeños signos que pueden diferenciar. Por eso se dice que la plata blanquea. A una persona que se siente marginada la única posibilidad que le queda es blanquearse a través de su carro, su ropa. Hay un atávico sentimiento de vergüenza que es reforzado por la publicidad. Mucha gente debe sufrir porque se mira al espejo y se encuentra alejada de los cánones de belleza.

Llama la atención ese comercial de Dina Páucar en que habla de "nosotros, los nuevos peruanos". Muchos recién se están reconociendo así.
Es interesante. ¿Por qué nuevos? Si probablemente son los más viejos de todos. Vale la pena pensar a qué se refiere con eso. Ahora, sí creo que hay un intento de autoafirmación en eso. Yo siempre ando diciéndole a los publicistas que tienen una gran responsabilidad social que no están asumiendo, porque las imágenes que propalan y el sufrimiento que inconscientemente causan en muchos casos es parte de su responsabilidad social. Aquí el paradigma de la raza blanca tiene una fuerza tal que es un directo reflejo del subdesarrollo mental de la sociedad peruana.

¿En el Perú hay un sentimiento de superioridad blanca?
Los nazis llevaron esa idea a su paroxismo en otro contexto. Aquí hay un estereotipo de superioridad emparentada con una vieja actitud colonial. Eso está variando, pero el estereotipo existe y los propios blancos pueden ser víctimas de esta imagen porque como dice un viejo dicho racista: cuídate del blanco sin plata, del cholo con poder. Esas son formas de asignar a cada cual su lugar. Y esta es una sociedad muy rígidamente jerarquizada. Yo lo que trato de acentuar es la vivencia que acompaña todo esto. Una de las evidencias más claras que hemos tenido del racismo en la sociedad peruana aparece en el informe de la CVR. Allí se señala cómo ese profundo racismo permitió que ocurriera lo que ocurrió durante tantos años con una virtual indiferencia de los sectores más modernos y desarrollados de la sociedad. En psicoanálisis se dice que la indiferencia esconde la pulsión de muerte. Probablemente había un deseo implícito allí: bueno, pues, que los maten, de qué nos sirven esos indios que ni siquiera hablan bien castellano. Yo me temo que ha habido un deseo inconsciente de purificación étnica.

Hasta los años veinte se hablaba todavía del alma enigmática del indio. El informe señala un nivel de exclusión tal que es como si todavía se pensara así.
Bueno, hemos avanzado mucho en el estudio y análisis del mundo andino, por lo menos los que nos molestamos en leer. En efecto, el mundo andino ha sido enigmático porque no interesaba, era ignorado. Detrás de eso había un desdén encubierto. Eso cambió con los migrantes y toda esta historia de los "nuevos peruanos", pero una encuesta reciente dice que no hemos dejado de ser racistas. Y yo me pregunto cómo se siente la gente con todo esto. El racismo es un factor de sufrimiento interno. En primer lugar, por supuesto, para los que son despreciados, pero también es un factor de tremendo empobrecimiento de los que desprecian.

¿Esa lectura recurrente de que Toledo era la oportunidad de combatir el prejuicio hacia los cholos tiene asidero?
Es una gran oportunidad perdida, por supuesto. Él subió con una enorme esperanza de modificar ese prejuicio contra los que salen de abajo, los cholos y los indios. Porque Toledo encarna las dos cosas. Y había logrado un éxito académico que la mayoría de blancos no tiene. Él encarnaba la idea de que el secreto del éxito era la educación, que es el mensaje democrático por excelencia. Su fracaso como gobernante trae por tierra esa posibilidad y acarrea el cargamontón de una serie de sectores que se sienten abandonados, maltratados. Toledo era para ellos una esperanza mágica y omnipotente, casi un Mesías. Y ya sabemos que todos los Mesías terminan crucificados.
¿El de Humala es un racismo de retorno?
Yo creo que él trae su propio acervo de resentimiento y el resentimiento es la pareja inseparable del racismo. La novela "Desgracia" de Coetzee es extraordinaria porque muestra que el racismo en Sudáfrica no termina con el 'apartheid', sino que ahora tiene otras características, y revela cuánta violencia había contenida y cómo ahora se puede expresar de maneras brutales, como la de Humala.

Él canaliza un resentimiento que está en toda la región andina.
Es un atizador de unos sentimientos profundamente negativos, no gratuitos, naturalmente. Ahora, Humala es el reflejo exacto del racismo tradicional peruano contra los cholos, los negros, los chinos. Es el reverso de la medalla.

No sé hasta qué punto estimula esta visión errada del poblador andino que quedó evidenciada en la forma cómo se interpretó el caso de Ilave. Esa visión casi folclórica de las crisis sociales.
Es que en el racismo peruano uno de los elementos consiste en utilizar al otro, del cual me quiero diferenciar, como soporte para mi carencia de autoestima. Porque en realidad en ese desprecio lo que hay es una fragilidad del amor propio. En ese odio del otro deposito mis peores aspectos. Entonces los aimaras son vistos con todos los atributos proyectivos: ellos son los bárbaros, salvajes, hostiles. En ese momento se pegan etiquetas y la verdad resulta linchada, junto con el alcalde. Parte del racismo es justamente no conocer al otro. En el momento que lo conoces bien y estableces vínculos, puede que no te caiga bien, pero ya no vas a poder refugiarte en estereotipos.

Ahora, el racismo parece más fuerte contra el cholo que contra el negro.
El prejuicio clásico contra el cholo es que es taimado, astuto, no dice la verdad o la adapta según las circunstancias. Mientras que el estigma del negro ha sido el del bruto. Estos estigmas se refuerzan, negándole educación a éste y engañando al otro. En ciertos mercados veo que cuando pregunto por algo el vendedor me responde "Sí pe, sí pe", mientras mueve sus engranajes mentales para ver si en la pregunta hay alguna trampa. Una tremenda desconfianza. De otro lado, me imagino que para cierto sector de la clase dominante el cholo es más amenazador, quizás porque lo sienten más cercano. Es más fácil aceptar la música negra que la chola. Lo peor que te puede pasar es que te crean cholo, que te vistas como cholo o que tu carro parezca de cholo.

¿Persiste esa angustia de Arguedas de no saber en qué lado ubicarse?
Lo que pasa es que hay una clara relación entre la estratificación social y racial, de un lado, y del otro el empoderamiento. La gente sabe que el problema racial es crucial a la hora de reclamar derechos. En una sociedad como esta la gente puede sentirse extranjero en su tierra. ¿Cómo puede ser esta tu tierra si no tienes derechos? En ese sentido todavía hay una escisión interna. Creo que eso le pasa a una inmensa cantidad de gente. Lo que me da esperanza es que noto que el problema se plantea y aparecen activistas, gente que dice las cosas con claridad.

Como los grupos que protestan por la discriminación en las discotecas de Lima.
Aunque parezca un poco frívolo, es un síntoma elocuente de cómo funciona la sociedad peruana. Esto no solo se da en las discotecas, también en los restaurantes. Mis propios pacientes me han contado que se han encontrado con cosas del tipo "esta es una reunión privada", "disculpe, está lleno".

¿Esto genera crisis interiores?
Definitivamente. Todas las personas que yo trato en mi consultorio se han encontrado con situaciones de racismo, en un sentido o en otro. Ese es un par de anteojos que todos los peruanos tenemos. No es necesario que se digan estas cosas implícitamente. Un señor me contaba que en su tierra era considerado blanco, pero cuando vino a Lima le dijeron que no, que él era serrano. Eso lo descolocó. Estas cosas son de una carga aterradora y pueden causar mucho bloqueo personal, padecimiento. Me imagino a una persona que quiere ir a una discoteca y se pregunta: "¿Me dejarán pasar?". Ese solo dato es de una violencia terrible.

¿Qué terapia nos queda?
Necesitamos hablar las cosas, dejarnos de hipocresías y cambiar nuestro pacto social. Hace poco estuve en Trujillo hablando de este tema. Al final se me acercó una dama de sociedad y me dijo: "Tienes una visión limeña de las cosas; aquí estos problemas no existen, ya los hemos resuelto, tenemos concursos de marinera donde bailamos todos juntos". Y yo le respondí: "lo que quería demostrar". Debemos denunciar esto. Y luego atacar por diferentes frentes. Para no ser racista, hay un trabajo que hacer. De lo contrario tendemos a la marginación. Y en una sociedad tan cargada como la peruana eso es capital.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Por eso es que yo no soy racista.
Excelente crónica
RM

3 de enero de 2006, 8:48 p.m.  

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