lunes, julio 18

Trazos amargos de testigo

VERDADES. Edilberto Jiménez, miembro del famoso clan de artesanos ayacuchanos, publicará en unas semanas su primer libro. Allí mostrará los dibujos de la violencia política que hizo a partir de relatos de los campesinos de Chungui, un lugar donde el espanto no tuvo límites.

DAVID HIDALGO VEGA
Es curioso cómo el horror puede ser dibujado. En el cuaderno de Edilberto Jiménez, artesano de Ayacucho, hay una escena que lo resume: un hombre es quemado vivo mientras cuelga de los brazos amarrados a un árbol; un sujeto lo golpea con una rama mientras otro atiza la hoguera, a pocos metros de un primer cadáver. En otra imagen, un grupo de hombres degüella y apuñala a decenas de niños y mujeres indefensos. En una tercera lámina otro escuadrón de asesinos arroja a pobladores a un barranco infinito. No son líneas inspiradas en las pesadillas de un artista atormentado. Son los retratos hablados de lo que le contaron las víctimas reales.
Edilberto ha sido el médium de su espanto. Un día de 1996 empezó a dibujar los testimonios que encontraba por pueblos y caseríos. Con el tiempo, la gente empezó a pedirle que registrara a lápiz sus tragedias familiares. El portafolio es completo: matanzas de niños, ejecuciones de autoridades, violaciones sexuales masivas, ahorcamientos, fusilamientos. El antropólogo con sus manos de retablista supo interpretar las palabras que le llegaban entre sollozos. La prueba es el libro que publicara a fines de julio: "Chungui: violencia y trazos de memoria" (publicado por Comisedh).
Alguien le ha dicho que los personajes de sus dibujos son los mismos que aparecen en sus retablos , y no le falta razón. Son las mismas caras, los mismos gritos. El estilo viene de familia, el clan Jiménez, cuyo patriarca, don Florentino, falleció hace muy poco. Años atrás el propio Edilberto conmovió a los entendidos con sus retablos inspirados en la guerra. Ahora, en esa única dimensión del trazo sobre el papel, sus dibujos resultan tan dramáticos como las fotografías que han quedado de esos tiempos. Son los trazos de alguien que ha visto demasiado sufrimiento.

¿Qué te motivó a dibujar esto?
Mira, yo viví toda la violencia de Ayacucho. Empecé en el periodismo, con la locución radial. En esos días veías muertos en las plazas, cómo asesinaba Sendero, cómo caían los policías. Yo estudiaba Antropología. Y pensaba que estaba seguro como periodista, pero al final me daba cuenta de que era peligroso. Durante un tiempo tuve que buscar refugio en el local de la Cruz Roja. No te valían los documentos, las detenciones era arbitrarias. A mí me detuvieron dos veces en locales de la policía. Mi papá me sacaba porque la gente lo reconocía. Pero perdí un tío. Se lo llevaron a la base militar de Los Cabitos y nunca más se supo de él. Por eso mi familia se vino a Lima.
¿ Y tú por qué te quedabas?
Era algo curioso, como haberme casado con Ayacucho. Nadie entraba a las comunidades a recoger datos, no de la violencia, sino de las costumbres. Ese era mi trabajo para el programa. En 1996 trabajaba como responsable de la comisión de cultura de una ONG. Me mandaban para recoger información sobre tradiciones populares y en Chungui me toqué con una situación dramática. Era muy diferente a lo que había visto en otros pueblos. Escribí un artículo sobre ese lugar, pero luego me dijeron: aquí no ha pasado nada, todo ha sucedido más adentro, en la Oreja de Perro. Cuando llegué, vi pueblos que podría comparar con las invasiones norteamericanas a los pueblos vietnamitas. La gente había sido victimada. Como yo tenía ese programa por radio Huanta 2000, que llegaba a toda esa zona, la gente me reconocía y me contaban esas cosas, pidiéndome que fuera su interlocutor.
Te contaban historias muy dolorosas.
Sí. Por ejemplo, un día llegué a una zona cercana a un abismo y un comunero me dice que allí habían muerto su hija y su esposa, más de treinta mujeres, niños. Era un abismo espantoso, uno no podía ver dónde terminaba. Recuerdo que me agarré de unos ichus para inclinarme hacia abajo y vi un arcoiris, nubes chocaban a las paredes del abismo y salían disparadas. Los comuneros me decían: "Acá han sido aventadas, después de violadas".
¿Es cierto que arrojaban viva a la gente?
Sí, viva, sin piedad. Era difícil de contar lo que me iba enterando, porque yo trabajaba en una institución dedicada al desarrollo, no a los derechos humanos. Para hacer entender a mis jefes lo que pasaba yo tenía que dibujar. Les decía: miren, esto es lo que ha pasado acá.
Todavía era una zona peligrosa.
Yo corría mis riesgos: tenía que tomar fotos, llevar una grabadora. Tuve que preparar a un campesino, Daniel Huamán, quien era mi guía y conocía los lugares donde habían ocurrido las matanzas, había visto alguna. También iba con miembros del comité de autodefensa, pero yo tenía que comprar 50 balas para que nos protegieran. Mientras estábamos en una expedición asesinaron al gobernador del distrito de Chungui. El comité de autodefensa buscó a los asesinos. Y bueno, allá las cosas son muy diferentes: los ajusticiaron. De esas cosas yo dibujaba y mis trabajos empezaron a tener eco. Cuando se creó la CVR me llamaron para investigar en esa zona. Los comuneros ya me tenían confianza. Ahora estoy haciendo un registro de entierros clandestinos para la Comisión de Derechos Humanos (Comisedh). Siempre sigo comprometido y castigado con este tema.
¿Cuántos sitios han encontrado?
En total, 275 entierros clandestinos, solo en Chungui. Pero podrían llegar a 350 fosas.
La CVR señaló que esa ha sido una de las zonas más castigadas, pero para muchos todavía es un lugar desconocido.
Es una zona marginada, a un extremo de la provincia de La Mar, que limita con Apurímac y Cusco. Con decirte que recién en 1978 se creó un colegio en Chungui, nunca había tenido uno. La carretera solo llegó en 1999. Allí hay comunidades de zonas como Oreja de Perro, unos 15 a 20 pueblos, que bajan una sola vez al mes para una feria donde compran todas sus cosas, aceite, kerosene. Y de allí hasta la próxima.
Una vez hiciste una muestra allá. ¿Cómo reaccionó la gente?
Se emocionó. Un hombre agarró un cuadro y dijo: "Esto es lo que ha pasado con mi padre". Otro me decía: "Esto es lo que me hicieron". Yo me sentía culpable. Pero pronto llegaron personas que me decían: "Mi familia también falta", y me contaban lo que les había sucedido para que yo lo dibujara. Me sorprendió. Cuando la CVR entregó su Informe Final en la plaza de Huamanga, hice otra exposición, ya con 18 cuadros. El efecto fue parecido.
¿Qué consideras más expresivo ahora? ¿El retablo o el dibujo?
El retablo, siempre. Allí entra el color, la escultura, los movimientos. Es más vivo. Con el dibujo lo que hice es retratar los momentos dramáticos que he recogido. El retablo necesita tiempo y mi trabajo no me permitía sentarme a trabajar. Los dibujos eran más funcionales porque los hacía en tres fases. La primera era cuando me contaban y agarraba un lapicero para anotar. Luego volvía a donde estaba alojado y empezaba los primeros bocetos. Finalmente llegaba a Huamanga y había los dibujos finales.
Varias de tus escenas son estremecedoras. Alguna debió impresionarte más.
Hay una basada en la historia de un comunero que fue detenido, lo colgaron desnudo de un árbol y le prendieron fuego por abajo con algunos arbustos. El hombre que vio los hechos me describió como chorreaba la grasa. El torturado no llegó a morir. Lo bajaron y le cortaron las manos, pero tampoco murió. Entonces los militares lo aventaron a un abismo y, a pesar de todo, siguió con vida. Recién ahí le tiraron un balazo. Saber esa historia de alguien que presenció todo me hizo doler mucho. Por eso hice un dibujo muy detallado. Otro me contó llorando que una vez colocaron como a treinta personas en fila y los mataron con una sola bala de AKM. He oído historias terribles.
Me pregunto si publicarlas ahora es como cerrar un círculo.
Creo que es difícil terminar de dibujar. Todavía me falta, hay algo que me llama. Una vez, antes de empezar con esto, me perdí en una caminata con unas personas y por cierta parte encontramos una fosa. Todavía no se hablaba nada del tema y yo me quedé impresionado con lo que vi. Ahora creo que todo esto es cumplir con un deber con las armas que tengo. Tengo esa fe.
¿Qué dice tu familia de este trabajo que haces?
Mi mamá se horroriza. Yo tengo filmaciones y fotos de esa zona, Chungui, donde aparecen campesinos que todavía tienen balas alojadas en el cuerpo, mujeres que han sido torturadas para que mueran poco a poco, con tumores, problemas mentales, todo. Les he mostrado, pero una vez mi madre se puso a llorar y ya no quiso que yo fuera para allá. Por eso ya no les muestro, me abstengo. Han visto pocos de mis dibujos, no quiero que sufran con eso.

Legado de un hombre libre

PERSONAJES. Mañana Nicomedes Santa Cruz hubiera cumplido ochenta años. Varios investigadores de su obra han llegado a Lima para un coloquio de homenaje que reafirma su importancia en las letras peruanas. Su experiencia africana es de las menos difundidas

DAVID HIDALGO VEGA

Alguna vez el poeta de los octosílabos debió sentir que hablaba ante un auditorio de sordos. Acaso de oyentes selectivos que se reían con su gracia sin pensar mucho en lo que decían entre líneas sus palabras. En una entrevista de 1973, un periodista le preguntó: "¿Cómo ve el hombre Nicomedes Santa Cruz al poeta y al negro Nicomedes Santa Cruz? La respuesta fue un breve manifiesto: "Mi poesía no es negra. Mi poesía es humana, es del color de la sangre. ¿Han visto alguna vez un poeta amarillo o un poeta azul?". Podía parecer otro bonito juego verbal de un hombre al que la gente de su país ya identificaba como el hombre de las décimas. En realidad era el discurso de un pensador que estaba abriendo los ojos.
La primera señal ocurrió durante un viaje a Brasil, a inicios de los años sesenta. Hay una escena, relatada por el propio Nicomedes, que le produce un profundo impacto. Un día iba caminando por una avenida de la capital cuando se topó con un monumento a la nación brasileña. La escultura tenía cuatro figuras representativas: el colono portugués, el indio guaraní, el caboclo y el negro. "Cuando yo veo un negro en bronce, he sentido una emoción que hasta ahora me parece que lo viera", diría muchos años después al investigador Pablo A. Maríñez.
Era solo la primera de muchas señales que cambiaron su manera de sentir la herencia africana: consiguió literatura afrobrasileña y asistió a un congreso sobre el Tercer Mundo, en el que por primera vez conoció a personas venidas de África, delegados a esa cumbre de países pobres en la ciudad de Bahía.
En Brasil se dio cuenta de que los periódicos daban espacio a un amplio debate sobre el problema del negro. En los días siguientes, impresionado con todo lo que había recogido, se retiró a un pueblo llamado Feira de Santana, donde escribió décimas con un nuevo vigor: "América Latina", "Congo libre".
"Brasil marcó un cambio en Nicomedes: descubre que el afrobrasileño no reniega de su negritud, al menos una parte de ese grupo. Hay un orgullo étnico, mientras que en el Perú lo que se intentaba era borrar esa etnicidad por medio del mestizaje. En Brasil el negro no era algo exótico, raro, como aquí. Eso le impacta", explica M'Bare N Gom, catedrático senegalés que enseña en la Morgan State University, de Baltimore, Estados Unidos. "Esa experiencia, para mí, cambió mi vida", llegó a decir el propio poeta.
Al año siguiente publicó el poemario "Cumanana", su obra más celebrada y un éxito de ventas que logró colocar diez mil ejemplares en poco tiempo. En ese libro aparecen poemas de un fuerte acento afroamericanista. En la décima "Sudáfrica", el hombre invoca: "¡África, izwe lethu!"/ (¡África, Nuestra Tierra!)/ ¡África, Nuestra Tierra!/ Debe sernos devuelta! En "Congo libre" clama: ¡África, tierra sin frío, madre de mi obscuridad; cada amanecer ansío (3 veces)/tu completa libertad! Y en "Johanesburgo" sentencia: Y al problema del negro/ "Segregación racial"/el mundo permanece neutral [...] Cuando en Johanesburgo/llegue el 'Día de sangre'/debemos estar todos/ ¡Hijos de negra madre!
"Lo que me sorprende es que desde la distancia Santa Cruz se convierte en un combatiente más contra el apartheid. Conoce la realidad política africana porque habla de grandes líderes nacionalistas: Lithuli, Sobukwe, hasta el famoso Seku Turé, que propician el proceso de descolonización", dice N'Gom, quien acaba de disertar en un seminario sobre la relación del poeta peruano con África.
Nicomedes admira desde lejos ese proceso. "En sus lecturas descubre que hay un continente de 600 millones de personas que está bajo dominio exterior. Apenas Ghana, Etiopía y Liberia (que nunca fue colonia) son territorios libres", precisa el investigador. Pero las lecturas no le alcanzan para conocer la dimensión de lo que se gesta en esas tierras.

MADRE TIERRA
Hubo otro momento, decisivo, cuando en 1974 recibe una invitación para viajar a Senegal. Era para participar en un coloquio sobre La Negritud en América Latina. Nicomedes iba a disfrutar de ese viaje como si se tratara del retorno a la tierra natal. Su compañero de viaje, el dominicano Pablo Marínez, cuenta que el poeta se propuso absorber la experiencia con sus cinco sentidos. Visitaron varios pueblos, entraron a los mercados de Dakar, se mezclaron con la gente. Santa Cruz trataba de pasar desapercibido, en un intento de sentirse nativo de ese país.
En uno de esos paseos, llegaron a un barrio popular donde un grupo de jóvenes armaba una descarga musical callejera. "Después de llevar más de media hora presenciando el baile, me quedé estupefacto cuando Nicomedes se lanzó al ruedo, dando los pasos que cuidadosamente había observado. Creíamos, muy ingenuamente, que podíamos pasar desapercibidos, como unos más del grupo. Ya era tarde cuando nos percatamos de que allí, en el grupo de baile, todos sabían perfectamente que éramos extranjeros, visitantes, y que tras la pigmentación de nuestra piel, no podíamos confundirnos con los habitantes de Senegal". El idioma y los gestos lo delataban.
Fue una pequeña desilusión, a decir de Maríñez. Pero el poeta peruano tendría otra, mucho más profunda. Una catedrática de la Universidad de Dakar, Jeannette Kattar, lo había invitado a dar una conferencia sobre sus estudios culturales afroamericanos. Nicomedes se soltó con lo suyo. Los alumnos parecían encantados de escuchar a ese hombre venido de tan lejos, pero la profesora Kattar estaba furiosa. El discurso terminó entre aplausos. Pero Santa Cruz no recibió las gracias. La anfitriona le increpó: 'Si por estas cojudeces te han esclavizado 300 años, quieres 300 años más de esclavitud'. Ambos terminaron enojados ese día.
Lo que había molestado a la estudiosa africana sería una revelación para el autor sudamericano: había hablado desde una postura casi ingenua de su propia negritud. "En ese momento él estaba en busca de la oralidad, del testimonio, de decir 'Yo soy negro' como un acto político. Pero qué pasa en los sitios donde decirlo ya no tiene carga política y hay que decir más", comenta Lola Ponte Ramos, investigadora portorriqueña de la obra de Santa Cruz. "Nicomedes rescata a la madre, la abuela que viene de Angola, pero es un rescate de ancestría. La negritud (como movimiento) estaba mirando hacia el futuro: cómo se organizaba la sociedad, cómo se establecía un diálogo panafricanista", precisa.
Él mismo lo reconocería en una entrevista, varios años después. "El viaje a África tuvo, por un lado, una incidencia sobre la falsa negritud que uno asume. Porque cuando esa negritud latinoamericana se lleva al territorio africano, se evalúa y se le desprende de toda la cáscara, de toda la escoria que tiene, de muchas cosas demagógicas (...),y (obliga a) adoptar una actitud más austera, más real".
Nicomedes decidió devorar todo lo que se publicara sobre el debate de la negritud. "Esto es lo que no me dejaba ver el problema. Que la esclavitud negra se instala en América sin connotaciones racistas (...), que la discriminación racial es posterior a la esclavitud", dirá después. En los años siguientes, su inquietud se expresará en proyectos. Uno de los varios que tenía avanzados, era sobre el negro en el Perú. Pero los cambios políticos le cierran espacios. Hasta que decide irse del país, en 1980.
Pudo ser el ideólogo de la negritud peruana, pero se quedó sin piso. "El Nicomedes que fue incorporado al canon literario es el que hablaba un discurso compatible al discurso hegemónico. Mientras se quedaba en el espacio folclórico, estaba bien. Cuando empieza a tocar temas de contenido social, de denuncia, pasó a ser 'incomprensible'. De hecho, creo que eso contribuyó a su autoexilio en España", dice el profesor N'Gom. El otro aspecto de esa fractura es que no tuvo un relevo generacional. Nadie siguió el debate con la misma fuerza . Su obra más difundida fue la que hacía sonreír.
Habría que leer su legado con los ojos más abiertos. "A través de la poesía (se puede ver) la evolución ideológica de su obra", dice Martha Ojeda, autora del libro "Nicomedes Santa Cruz: Ecos de África en el Perú". Hay muchos que ya lo están haciendo en universidades de fuera. La idea es sencilla: Todavía hay ideas entre líneas no descifradas en sus décimas.


DECIMAS VERDADES
Padre Luthuli
Padre Albert John Luthuli
Jefe del Pueblo Celestial
Te canto con las últimas
gotas de sangre negra
que me quedan.
Ahora y hasta ahora
siento que debo hacerlo

Lo grito en matabele
que es lo mismo en swahili
y es lo mismo en zulú.
Lo grito en castellano
yo, tu hermano, mi hermano:
Sudáfrica y Perú

Llorad negros del mundo
Llorad hasta secar la última lágrima
Llorad hasta que estallen las pupilas,
Y con las cuencas negras y vacías
Aún seguid llorando
lágrimas de dolor y de silencio

DÉCIMAS DEL LIBRO "CUMANANA" (1964)

El monstruo de Lima

REVELACIONES. En noviembre de 1694 nació en Lima un bebe de aspecto aterrador. El erudito Pedro Peralta y Barrionuevo participó de la autopsia y escribió un libro insólito. La universidad de San Marcos lo acaba de rescatar de sus archivos, junto a otras historias alucinantes.

DAVID HIDALGO VEGA

El hecho ocurrió de madrugada, como es de esperarse en los episodios tenebrosos. Fue a las cuatro de la mañana del 30 de noviembre de 1694. Una joven limeña llamada Teresa Girón, de 19 años, tuvo un parto terriblemente difícil. La comadrona que la atendía supo que el bebe no estaba en buena posición, pero no tenía manera de intuir lo que se venía. "Salió afuera una pierna con movimiento... le echó agua la comadrona y procuró inclinar el parto a mejor figura y situación, cosa que no pudo conseguir... pues apenas recibido el sacro baño del bautismo... dejó de moverse el pie y la pierna, saliendo la otra pierna en igual estado, absolutamente falta de todo movimiento", dice el informe de los hechos. Los presentes debieron quedar aturdidos con la criatura que salió del vientre de esa mujer: tenía dos cabezas, cuatro brazos, dos piernas. Los médicos de la época no podían considerarlo un ser humano. Lo llamaron "El Monstruo". En realidad era un niño siamés.
Esa misma tarde, el erudito Pedro Peralta Barrionuevo recibió el encargo oficial de realizar una autopsia a la criatura. Los detalles están contenidos en un libro suyo publicado al año siguiente, 1695: "Desvíos de la naturaleza u el origen de los monstruos". Peralta, uno de los hombres más sabios de su tiempo, había estudiado Teología, Medicina, Matemáticas, Química y Botánica (además de dominar a la perfección ocho idiomas). Pocos años después sería nombrado catedrático principal y luego rector de San Marcos. Que se le hubiera asignado esa tarea, junto a otro reputado cirujano, revela la intriga que debió estremecer la Lima del siglo XVII.
"El Perú estaba prácticamente en su Edad Media. En esos días la gente solo vivía para rezar, confesarse y pedir por la salvación de su alma. Era una época de oscurantismo", explica el historiador Waldemar Espinoza, uno de los encargados de la investigación sanmarquina que ha sacado a luz este texto del también llamado Doctor Océano. La ciencia todavía evidenciaba influencias de las supersticiones populares. No se trataba de fantasías propias de las colonias. De hecho, el historiador francés Robert Mandrou ha escrito que en el siglo XVII circularon por Francia no menos de 340 títulos referidos a la brujería y otras manifestaciones demoníacas. En ese clima, la autopsia del monstruo de Lima debió ser tan sugestiva para los limeños como la supuesta autopsia del extraterrestre de Roswell, Nuevo México, para los estadounidenses de mediados del siglo XX.

LA NECROPSIA
El cuerpo fue colocado en una mesa para ser abierto. Era "un infante bicorpóreo... cada uno entero del pecho para arriba", indica Peralta en la descripción externa. Uno de los cuerpos era más robusto que el otro, los brazos más consistentes. La disección se inició por la parte normal, del abdomen para abajo, y arrojó que tenía un hígado muy grande, que cubría el estómago, y los intestinos también mayores de lo normal. En la parte superior se encontró que cada cuerpo tenía corazón, pulmones y vértebras independientes. "Esto da a entender que ha sucedido al principio del mismo modo que acontece en la generación de los mellizos", supone el autor.
El examen del cuerpo fue un desafío a los conocimientos médicos de la época. Peralta no solo describe detalladamente lo que encuentran en la exploración del cadáver, también debe explicar a qué se debió un nacimiento tan extraño. El hecho era tan insólito que el autor cita entre los escasos antecedentes uno que aparece en las crónicas del Padre Calancha. Era el caso "de una mujer nacida de una perra con la que se había mezclado necesariamente cierto hombre. De ella dicen que tenía una lista de pelo de aquel animal por todo el cuerpo. Habiéndola casado el padre, repugnaba la unión conyugal durante el tiempo en que los perros no se juntan, admitiéndola y aun solicitándola en aquel en que estos se desean".
El primer problema que se encarga de resolver el Doctor Océano es la definición de monstruo: "todo aquel compuesto animado en cuya producción no espontánea falta más o menos enormemente a su acostumbrado orden la naturaleza". Su esfuerzo teórico busca desentrañar nociones que iban desde un supuesto designio divino, una influencia antinatural de los astros, hasta el efecto de ciertos vientos, como sostenían diversos autores contemporáneos o anteriores a él. Muchas de sus ideas pretenden refutar las teorías escritas por Aristóteles.
Necesitaba responder preguntas tan específicas como qué grado de deformación indica que un ser es un monstruo, si los monstruos son solo los nacidos del género humano o también de los animales o las plantas, si el nacimiento de un monstruo era el anuncio de próximas catástrofes (idea que, dicho sea de paso, no ha dejado de aparecer con intermitencias hasta hoy).
Preguntas que no son extrañas en una época en que todavía debía resonar en parte de Europa el debate sobre los demonios y seres infernales. "Una cuestión muy discutida entonces era la de la licantropía- dice el estudioso francés Jean Delumeau en su libro 'El miedo en Occidente'-. ¿Los poderes infernales pueden metamorfosear a los hombres en bestias, sobre todo en lobos?". De hecho, Peralta señala una especie de monstruos que comprende a "aquellos que nacen con mezcla diversa a la especie humana, parte con miembros de esta y parte de cualquiera otra del género de animales".
En el libro que da cuenta de este caso, Peralta Barrionuevo evita al máximo las supersticiones recientes y hace un análisis exhaustivo, científico para su tiempo, de las causas que explican el nacimiento de los seres monstruosos. La idea de los vientos malignos le parece desdeñable; la influencia de los astros, más aceptable, pero solo en ciertos casos. Y descarta que sean un anuncio irrefutable de calamidades próximas.
El sabio analiza dos tipos de causas: superiores en inferiores. Según las primeras, "los monstruos nacen por especial y justa disposición de Sumo Autor y otros por la fuerza de los aspectos e influjos de los astros". El otro tipo, las causas inferiores, "aquellas que pertenecen más a los médicos", se refiere a las deficiencias en el útero de la madre o al "defecto de la materia" que motiva, por ejemplo, el nacimiento de gigantes o enanos. Esta segunda parte es extensa y compleja, propia para una arqueología médica, pero da cuenta de un conocimiento depurado para esos tiempos. Nadie mejor que Peralta para estudiar el caso.

EL ALMA
Hecha la descripción, quedaba un punto fundamental: ¿El monstruo de Lima tendría alma? Y si la tenía, ¿sería una o dos almas? La respuesta de Peralta, tras un análisis basado en argumentos de todos sus predecesores: En principio, como ser nacido de otro ser animado, debía tener un impulso vital, una esencia, un alma. La naturaleza de ese alma dependía de su origen. Por ejemplo, en los casos en que un monstruo provenía de la unión de humano y animal, su alma debía ser de un tipo totalmente distinto a ambos.
Para saber si al monstruo de Lima le correspondía una o dos almas, Peralta tuvo que averiguar cuál era el depósito, la fuente de la vitalidad. Algunos estudiosos señalaban al corazón como refugio del alma. Otros atribuían esa función al cerebro. El estudioso sanmarquino se inclinó por la segunda tesis, en el entendido de que uno puede hacer cosas con instrumentos aunque sin emociones, pero no con emociones sin instrumentos. El cerebro antes que el corazón. "De las veces que se hallare duplicado este miembro superior del hombre, se hallarán regularmente dos almas, aunque en lo demás no se encuentre más que un cuerpo. Por el contrario, donde solo se encuentre una cabeza, existirá solo un alma, así en lo restante se encuentren dos cuerpos y dos corazones".
El estudio de Pedro Peralta Barrionuevo es un esfuerzo original y valioso en la historia de la ciencia producida en el Perú. "El saber médico vigente estaba basado en los autores griegos Hipócrates y Galeno, saber muy poco cuestionado en la Edad Media y cuyo sustento filosófico formuló Aristóteles en su cosmología", dice la interpretación del equipo de San Marcos, que ha rescatado el texto en un libro de próxima aparición sobre los aportes de esa universidad a la ciencia en el Perú. Peralta hizo un trabajo exhaustivo y apasionado sobre una materia recóndita en su tiempo. El caso del monstruo de Lima debió estremecer a hombres de ciencia y a pobladores de la calle en esta ciudad propensa a las leyendas. Un grabado de esos días muestra a la criatura sin afanes terroríficos, con inocultable admiración por lo desconocido. Es una imagen hermosa y terrible. La criatura yace muerta de nacimiento. Su humanidad insólita es otro enigma de la naturaleza. Alguien tenía que resolverlo con un bisturí.

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HISTORIA DE UN ÍCARO A LA LIMEÑA

En el año de 1746 ocurrió en Lima un episodio que quedó pintado como una tradición de Ricardo Palma: un hombre dijo tener la fórmula para volar. Se llamó Santiago Cárdenas, aunque quedó bautizado para la historia como Santiago, El Volador. Había sido marino, pero tras el naugrafio de su nave regresó a la capital. Fue aquí que, fascinado con el vuelo de las aves, se propuso imitarlas.
Pasó los doce años siguientes desarrollando un invento que le permitiese volar. Cuando lo tuvo, presentó un memorial al virrey Amat y Juniet en el que le solicitaba ayuda económica para construir su máquina. El gobernante envió entonces un oficio a la Real Audiencia, la cual encargó un informe al sabio Cosme Bueno, que entonces era catedrático de prima de Matemáticas en San Marcos.
"Mientras don Cosme Bueno, el hombre de más ciencia que por entonces poseía el Perú, formulaba su informe, era este asunto el tema obligado de las tertulias", cuenta el tradicionista Palma.
El episodio se complicó cuando se propagó por toda la ciudad el chisme de que Santiago Cárdenas iba a realizar una demostración en el cerro San Cristobal. Cuando la multitud que se reunió en el lugar se dio cuenta de que no iba a pasar nada, amenazaron al inventor con agarrarlo a pedradas si no hacía el intento. Cárdenas tuvo que ser rescatado por un contingente de tropa enviado por el virrey.
Palma menciona que Cosme presentó un informe demoledor contra las teorías de Santiago, El Volador. Ese texto, poco difundido, ha sido rescatado también por los investigadores de San Marcos. Se llama "Disertación, sobre el arte de volar" y está fechado en 1768. El texto sirve más a manera de curiosidad, porque Bueno niega rotundamente esa posibilidad: "Este arte trocaría enteramente la faz de la tierra, pues nos veríamos obligados a abandonar la habitación de los pueblos y aún de los campos y a buscar asilo en los cóncavos de las peñas o en subterráneos ¿Qué seguridad podrían tener las leyes, aún las más sagradas, si una tropa de malhechores robustos y atrevidos se armaran impunemente contra el resto de los hombres? Otras obras de Bueno fueron más afortunadas.

En el patio de sus lamentos

EXPEDIENTES. Benedicta Ccanchi Espinoza luchó duramte ocho meses por salvar a su esposo enfermo del corazón. Necesitaba 10 mil dólares para operarlo. Un día salió a pedir ayuda y al regresar le informaron que había muerto. Otra historia de pobreza fatal en el Perú

David Hidalgo Vega

La biografía de la tristeza tendría que llevar su nombre. Tendría que decir algo así como: "Benedicta: Una vida que se precipita". O tal vez peor: "Historia de una mujer en el abismo". Mientras caminamos por el jirón de la Unión, sus palabras trazan ese retrato un golpe tras otro, su voz suena exánime. Hemos salido unos momentos del patio del hospital Dos de Mayo, donde su esposo, Romualdo Vera, agoniza sin que ella lo sepa bien. Ha pasado los últimos tres días en las bancas de espera, atenta a pedidos de medicinas que ya no puede comprar. Sus paisanos le han llevado fruta de vez en cuando, pero ella, lo sabré luego, se ha desmayado de hambre varias veces. Nos sentamos en un restaurante.
-El médico me ha dicho que si tuviera dinero, podría llevarme a mi esposo a una clínica -cuenta-. En dos semanas estaríamos en nuestra casa, me ha dicho.
-¿Cuánto cuesta la operación?
-Diez mil 800 dólares. Pero la clínica cobra treinta mil.
Benedicta Ccanchi Espinoza tiene 37 años, aunque debe llevar encima el peso de tres vidas. A mediados del año pasado su esposo empezó a resfriarse con frecuencia. En noviembre ya no pudo mantenerse en pie. En una clínica de Sicuani le dijeron que tenía un problema en el corazón. Solo en análisis y tratamientos Benedicta gastó sus ahorros de dos años que no llegaban a 900 soles. Vendió sus dos vacas, sus chanchos, algunas gallinas. Tuvo que hipotecar su casa en mil 500 soles a una profesora de un pueblo cercano. No le queda nada. Realmente nada.
ESPERANZA
Pasamos por la Iglesia de la Merced. En la portada de piedra hay un par de indigentes en hora de ruegos, vendedoras de estampitas, feligreses. Benedicta se persigna. Al menos los rezos son gratis. Todo lo demás es inalcanzable para ella. Un paisano le ha permitido alojarse en la caseta de triplay que alquila en alguna azotea de Lima. Otros se han ofrecido a pasar la noche en el hospital para que el frío y el cansancio no la devoren. Todavía le queda la solidaridad de lo precario.
A Benedicta la quiere todo Karhui, su comunidad, una villa de sobrevivientes a tres horas y media del Cusco. La quieren porque ha ayudado mucho. Hace tres años ella gestionó la entrega de DNI para 150 de sus paisanos, algunos de los cuales no figuraban en ningún registro oficial. Organizó a las mujeres para tejer prendas que ahora venden en una feria dominical. Logró que un banco abriera cuentas de ahorro para quienes quisieran juntar dos soles al mes. Pero los frutos son incipientes: algunos apenas llegan a los cuarenta soles. Con suerte juntarán cuatrocientos en los próximos cuatro años. No pudieron ayudarla demasiado porque finalmente son tan pobres como ella.
Todo lo que pudo traer fueron pedidos escritos de ayuda. Tiene una carta firmada por el gobernador, el teniente alcalde, el comisario, el fiscal, la enfermera y el técnico de enfermería, el secretario de la asociación de tejedores, el tesorero del comité de regantes, la tesorera de la asociación de artesanas, el ingeniero civil, varios campesinos con rúbrica o huella digital. "Es de condición económica de extrema pobreza", dice el escrito. El párroco de San Miguel de Pitumarca escribe con puño piadoso: "merece cualquier apoyo posible para conseguir una nueva vida".
Alguien le dijo que en Lima sería más fácil. Podría pedir ayuda en los canales de televisión. Tendría cerca al Congreso para buscar a su parlamentario. Pero ningún canal la ha recibido y lo más cerca del poder que ha estado es nuestro paseo por la Plaza de Armas.
-¿Dónde vive el Gobierno?, me pregunta.
Le señalo Palacio. Unos guardias bromean en la esquina de Desamparados.
-¿Tú crees que les puedo pedir ayuda?
-No lo creo-, digo para evitarle un desaire.
Caminamos. Cada cierto tiempo se descompone en gemidos tristes. Le prometo que pronto llegará ayuda. Se tranquiliza. Nunca me voy a perdonar el haberla ilusionado.
DESCONSUELO
La caminata por Lima la ha despejado. Recuerda que tiene a sus padres esperando noticias en el teléfono comunitario.
-No quiero llamarlos para que no se asusten, dice Benedicta.
Presumo que en realidad es para no enterarse de otra desgracia en esta racha que la golpea. Sus padres dependen de ella. Su hermana menor se está quedando ciega y el hermano mayor apenas puede mantener a sus cinco hijos en Arequipa, donde vive. No querrá saber que necesita más fuerzas. Ya no las tiene. La he visto chacchar coca para mantenerse firme, pero ayer tuvo otro de sus desvanecimientos.
Tenemos que regresar al hospital. Pueden estar llamándola para pedir más medicamentos y ella tendrá que salir a comprar con la colecta que le dieron sus paisanos hace pocos días, unos cuantos soles. En la puerta espera alguien que parece ser su sobrino.
-Espérame, papá. Creo que algo ha pasado-, dice Benedicta.
Su marido acaba de fallecer. Entonces sus ojos adquieren una expresión de vegetal sombrío, todo el cansancio de días le cae encima, todas las tensiones, todos los nervios contenidos. Creo que si la impotencia fuera mortal, ella caería en ese mismo instante. Le dan agua, la tranquilizan. En la caseta de espera hay otras tragedias en ciernes. Un hombre llega al borde de la desesperación.
-Señores, el balón de gas acaba de explotar. Mi esposa y mi hija están mal. Por favor, me faltan tres soles para las medicinas.
La gente en espera saca sus monedas. Benedicta abre su monedero y saca dos soles. "Nunca me negaron ayuda, yo tampoco me puedo negar", dice. La colecta suma quince soles. El hombre pide más. Alguien se da cuenta de que todo es mentira. El tipo sale de la caseta, da un nombre falso y se pierde por los pasadizos del hospital. Un silencio estupefacto desanima a los presentes. Benedicta, desde sus lágrimas, no se da cuenta de que ha sido engañada.
La muerte de su esposo se conoce rápido y algunos paisanos de Benedicta se escapan de sus trabajos para verla. Tendrás que pedir el cadáver, le aconsejan. Tendrás que recuperar los pagos adelantados. Tiempo, nos faltó un poco de tiempo. Ahora sería un pecado que volvieras a la nada.

Las últimas lecciones de vida

RELATOS. Numerosas experiencias en el mundo apoyan la idea de que un país puede cerrar sus heridas a partir de la educación. Un seminario h areunido en Lima a maestros que tratan de hacerlo en Camboya, Níger, Albania y Perú. Dos historias nos abren los ojos.

DAVID HIDALGO VEGA

Thavory Huot es una mujer pequeña, de facciones pacíficas. Su voz suena relajada y aligera el tono áspero con que parecen hablar todos los asiáticos aun en las conversaciones informales. Ella es camboyana. Trabaja como profesora en una universidad de su país, aunque su experiencia en las aulas se remonta a muchos años atrás, casi tantos como su tragedia personal. Thavory enseña a conseguir la paz porque conoce la guerra. Cuando era niña, Camboya fue secuestrada por un asesino en serie: Pol Pot. Su familia fue víctima de las crueldades cometidas por la guerrilla de los khmeres rojos, un régimen sangriento que en cuatro años apiló una montaña de un millón de muertos. "En ese tiempo no hubo escuelas, porque estaban prohibidas", recuerda. Su aprendizaje principal fue sobrevivir mientras otros desaparecían. Ahora usa sus recuerdos para enseñar.
Thavory tuvo una de esas vidas que se ve en las películas de clase B sobre prisioneros de guerra en aldeas asiáticas. "Mi familia y yo fuimos tratados como esclavos", dice la mujer con la calma que uno tendría para relatar un robo sufrido hace veinte años. A ella le robaron mucho más. Durante cada día de los tres años siguientes al triunfo de los khmeres rojos tuvo que deslomarse en un campo de cultivo de arroz. Había sido llevada junto a sus padres, sus hermanos y miles de personas de todas las regiones del país. Cultivaban y se morían de hambre y de cansancio. "La dictadura usaba el arroz para comprar armas a China", explica ella.
Un día sus dos hermanos escaparon del campo donde estaban recluidos. Una patrulla de khmeres rojos los capturó pocos kilómetros más allá. "Los pusieron junto a otros desertores en una fosa y les pasaron camiones encima", recuerda Thavory. Por su gesto sereno uno nota que ella ha contado ese episodio las veces suficientes para no quebrarse. Ocurre que es solo un episodio de todo lo que ha vivido. La muerte no le fue ajena. Había veces en que bastaba enfermarse para ser candidato al exterminio. Cierta vez ella amaneció con un dolor de cabeza tan intenso que la tumbó. "A los tres días oí que dos khemres hablaban de matarme porque estaba flojeando. Me levanté de inmediato, con dolor y todo", recuerda con una sonrisa que debe ser una especie de sublimación de su memoria. Porque toda su familia fue asesinada. Solo se salvó su madre.
Thavory recuerda que cada noche rezaba para seguir con vida. "Vi a muchos de mis amigos cuando los llevaban para ser ejecutados", recuerda. El miedo la hizo aferrarse a sus creencias budistas. Fue generosa con los demás como había sido su madre. Cuando los vietnamitas liberaron el país, ella se convirtió en maestra de escuela primaria. Luego dio clases de secundaria y más tarde pasó a ser catedrática. De ese modo pudo comprobar hasta qué punto el régimen extremista había destrozado a toda una generación. "Hubo muchos hombres que no fueron educados y que solo tenían un arma como sustento. Las mujeres empezaron a trabajar. Mientras los varones se entregaban al alcohol, las mujeres mantenían la casa". Algunos no soportaban la vergüenza de no ser jefes de familia y arremetían contra sus mujeres. La violencia política dejó una secuela de violencia doméstica.

SOBREVIVIR DOS VECES
Si sabe de esos efectos es porque se casó con un policía. Thavory lo considera la peor elección de su vida. Ella era una profesional en ascenso y él un hombre que ganaba un sueldo mínimo. Ella pagaba las cuentas mayores y él sentía "que perdía la cara". En ocasiones, ebrio, el hombre disparaba su arma contra las paredes de la casa para asustarla. Cuando quería ser más cruel, le disparaba cerca de los pies. Aterrorizarla era su manera de hacerle saber quién mandaba. En 1997 ella pidió el divorcio. Se lo dieron en el 2001, tras diecisiete años de terror.
Pero Thavory ya había demostrado ser más fuerte. En 1993 empezó a trabajar en un proyecto contra la violencia doméstica. "Era una secuela de la era khmer. A mis alumnos de la universidad les enseño que uno debe buscar la comunicación antes que el conflicto. Así se evitarían muchas historias dolorosas", comenta. Uno de sus ejercicios preferidos es uno en que escribe una breve frase en un papel y se la lee al oído a uno de sus alumnos. Luego le pide a este que se la cuente a un compañero y que él continúe la cadena hasta que todos la hayan escuchado. El último oyente debe escribirla en la pizarra. "No tienes idea de la forma monstruosa en que el mensaje se ha transformado. Los rumores son la peor guía, eso siempre lo dejo en claro".
El ejercicio nació a raíz de un episodio que casi desató una crisis diplomática. Un día cundió un rumor entre los universitarios de la capital: se decía que la actriz más famosa de Tailandia había puesto como condición para visitar Camboya que este país cediese al suyo el famoso templo de Ankgor. Miles de estudiantes rodearon la embajada tailandesa en busca de explicaciones. El embajador fue evacuado de la sede diplomática. Al notarlo, la turba iracunda quemó la embajada. En los días siguientes se reveló que el excéntrico pedido de la actriz no había sido sino un rumor. Thavory Huot toma ese caso en sus clases como modelo de una crisis que podría evitarse con el diálogo. Hasta ahora le ha dado grandes resultados.

CUCHILLOS RENDIDOS
Idi Cheffou tiene la suerte de no haber sufrido violencia directa en Níger, un país que en cierto momento afrontó dos sangrientos conflictos étnicos. Su trabajo de maestro en la capital fue relativamente seguro, pero él nunca fue un indiferente. "Tengo seis hijos que son mi vida. Por eso cuando veía a niños abandonados en las calles se me partía el alma. Necesitaba hacer algo", explica. Aunque se retiró en el 2001, ha mantenido la vocación en ejercicio hasta ahora. Lo que ha logrado, junto con otros compañeros, es la mayor cátedra de vida que pudo haberle tocado.
"Mi país tiene un historial de violencia y exclusión que genera experiencias muy duras", cuenta. La crisis más fuerte se desató en la primera mitad de los años noventa. Dos grupos étnicos -los tubus y los tuareg- se alzaron en armas en sus respectivas regiones, al norte y a sureste, respectivamente. El conflicto destrozó buena parte del país. Dejó demasiadas viudas y huérfanos. "La gente común tenía armas en sus casas, sobre todo en las provincias", recuerda Cheffou. Lo que llegó después fue una paz demasiado frágil. Un ambiente angustioso hasta que un programa de desarme de las Naciones Unidas y la organización Hague Appeal for Peace empezó a cambiar el panorama.
"Hubo una campaña para estimular a la gente a que devolviera sus armas a cambio de un pequeño monto de dinero. Nuestro trabajo, como maestros, fue tratar de aplicar una experiencia parecida desde la educación", explica. La experiencia fue concentrada en la región donde estalló el conflicto tubu, a unos mil kilómetros de la capital. Apenas se pudo, un grupo de 23 profesores fue enviado para explicar los detalles y para iniciar ese lavado de cerebro que se necesitaba para alcanzar la paz.
Viajaban cada tres meses hacia nueve escuelas de la antigua zona en conflicto para adiestrar a otros maestros. El desafío implicaba romper ciertas barreras culturales. "Para los tubu era natural acudir al colegio con cuchillos sujetos a los brazos o las piernas. A la menor pelea se atacaban unos a otros, era parte de su tradición". A los seis meses de iniciado el programa, esos mismos alumnos se acercaban a sus maestros para entregar voluntariamente sus armas. "Logramos lo más importante: el desarme mental", explica el profesor Cheffou.
El día más significativo de ese esfuerzo, dos mil personas de las aldeas cercanas se reunieron para un rito simbólico: la incineración de las armas en una gran fogata. Idi Cheffou lo considera un bautizo de nuevos tiempos.
Los resultados de estas experiencias podrían ser aplicadas en todo el mundo. Por ahora, se han reunido a cotejar resultados en el Perú, un país que también tiene heridas por cerrar. Podría decirse que vienen a impartir una lección vital: todo maestro puede ser un gran combatiente por la paz.

Diccionario para amantes

PRESTIGIO DEL AMOR. La proliferación de manuales de autoayuda sentimental genera una confusión que bien vale aclarar. Lo que sigue es un ejercicio de racionalidad para rescatar la necesaria dosis de cordura en vísperas del Día del Amor y la Amistad

David Hidalgo Vega

Para comprender el amor hay que leer a tres filósofos, un poeta, cuatro psicólogos, un investigador de cosas insólitas, un antropólogo y un autor de betsellers. Lo triste es que quizá uno termine más confundido. Empiece por estas definiciones.

AMOR. (1): Estado psíquico indefinible, entre la angustia y delirio, que mueve a los actos humanos más insólitos. Según el "Diccionario del diablo", de Ambrose Bierce: "La locura de creer demasiado en otro antes de conocer algo de uno mismo". Se trata de una suerte de inconsciencia feliz, según el filósofo pesimista francés Émile Michel Cioran: "Los creyentes, los enamorados no perciben más que un rostro de sus deidades, de sus ídolos, de sus maestros. El ferviente permanece ineluctablemente en la ingenuidad. ¿Hay sentimiento puro donde la mezcla de gracia e imbecilidad no se traicione, y admiración beata sin eclipse de la inteligencia?". La cursilería tiene aquí su virus desencadenante. En ciertos casos, por fortuna, el amor propicia estados elevados de belleza. El mejor regalo que un hombre puede recibir de una mujer es el libro "Prestigio del amor", antología del poeta César Moro, la prueba de que las emociones pueden encarnar en palabras. De Moro puede citarse genialidades como: "Puedo pronunciar tu nombre hasta perder el conocimiento" o "Te quiero con tu gran crueldad porque apareces en medio de mi sueño". Y nadie lo tachará de cursi. (2): Hay un igualitarismo del sentimiento: "El amor es individualista y solo puede ser real y sensualmente vivido, padecido, cantado cuando el amante se despoja de convencionales dignidades y se reconoce uno, único, frente al otro, también irrepetible", dice el filósofo español Fernando Savater. El problema empieza cuando uno de los amantes tiene más de una personalidad, como Clark Kent, cuyo "comportamiento esquizoide" -según el estudioso Román Gubern- lo lleva a desear desesperadamente a Luisa Lane cuando tiene los anteojos puestos, pero la desdeña cuando va de Supermán.

CELOS. Las psicólogas de la Nueva Escuela Lacaniana de Lima rescatan la tesis de Freud acerca de los celos como una proyección masculina de la propia infidelidad. "El hombre neurótico piensa que su mujer es infiel porque él mismo es consciente de que puede serlo", explica la psicoanalista María Hortensia Cárdenas. En el hombre paranoico, por su parte, los celos son un reflejo de la propia homosexualidad: puede sentir inquietud por causa de un hombre a quien su mujer ni siquiera ha mirado. En ese caso, el deseo censurado nació de sí mismo. Los celos femeninos, en cambio, son la reacción a la falta de atención del varón. "El que una mujer se arregle para una cita es un homenaje al hombre y espera ser retribuida con el homenaje de la atención. Si el hombre se muestra indiferente, la mujer se sentirá desplazada y por lo tanto herida". Según Bierce, todo rapto de celos constituye una "pasión que precede a una rendición". Que lo diga Matilde Pinchi Pinchi, cuyos celos de Montesinos con Jaqueline Beltrán la llevaron a entregar el video que desmoronó al régimen fujimontesinista. El ejemplo más extremo es el de la famosa espía francesa Mata Hari, quien se casó con un soldado holandés que la maltrató y engañó hasta la náusea. Por despecho bailó hasta enloquecer a muchos hombres, a quienes ofrecía su compañía a 7.500 dólares la noche, pero sin amor. Luego se hizo espía.

INFIDELIDAD: Terapia automedicada contra la monogamia. En ocasiones es un ejercicio de funcionalidad social. El escritor Toño Angulo la ha descrito así en referencia a las preferencias amatorias de Montesinos: "Al menos deberían ser dos: una esposa con quien tener hijos y formar una familia para mostrar en las reuniones oficiales, y otra intercambiable para el goce de la cama y la exhibición de los amigos". La infidelidad de una mujer "pone al hombre en conflicto respecto a su honor, su hombría, por la aparente incapacidad de satisfacer a su pareja", dice la psicoanalista Marita Haman. Los partidarios de la poligamia citan a Desmond Morris, el autor de "El mono desnudo". Los que reivindican la fidelidad a una sola persona prefieren leer a Walter Riso, el autor de "Ama y no sufras". Hasta ahora no hay una fórmula precisa para superar una infidelidad de la pareja, aunque muchos se consuelan esperando que pase el tiempo. Herbert Marcuse -un filósofo alemán abolicionista de las represiones sociales- ya puso el parche: "Las heridas que se curan con el tiempo son también las heridas que contienen el veneno".

AMISTAD. (1): Período de felicidad compartida hasta que llega el amor. Según Ambrose Bierce, la amistad es una "embarcación capaz de llevar a dos personas si hace buen tiempo, pero solamente a una si el tiempo es malo" (dicho sea de paso, hay quien ve en esta una definición perfecta para el matrimonio). (2): El Instituto Gestalt de Lima tiene identificada, entre las relaciones más perversas, la de los llamados "amigos cariñosos". "Esta relación, también llamada 'amistad con derecho a roce', siempre incluye un riesgo porque tarde o temprano uno de los dos empieza a sentir más que el otro y si no es correspondido puede salir lastimado", refiere el psicoterapeuta Manuel Saravia. Este tipo de amistad suele durar entre tres y treinta meses, con posibles intermitencias. Según Saravia, el 10% de los casos que llegan a la consulta de este instituto corresponden a la mencionada categoría. "Dependiendo de cada pareja, pueden pasar de ser amigos cariñosos a una relación adulta", dice el especialista. (3): Sigue Bierce: "Amigo: Investigador bajo cuyo microscopio vivimos, nos movemos y existimos". Otra definición que calza para el concepto de "esposa" o "esposo".

MATRIMONIO: (1): El contrato social más satirizado del mundo. Según el "Diccionario del diablo": "Estado o situación de una comunidad integrada por un amo, una ama y dos esclavos, que suman en total dos personas". Una mujer escribió a la revista "Playboy" que su matrimonio había mejorado desde que ella y su marido practicaban el amor libre. La respuesta de la revista fue: "No creemos que la solución para la monotonía matrimonial descrita en la carta pueda funcionar en la mayoría de los casos, pero la experiencia de esta pareja es una excelente ilustración de que cada matrimonio constituye una relación única entre individuos únicos". (2): Medida de la riqueza personal en ciertas culturas o períodos históricos. Irving Wallace establece un ránking insólito de las cinco personas que más veces se casaron: a) El Rey Mogut de Siam (9 mil esposas); b) El Rey Salomón del Antiguo Testamento (700 esposas); c) La reina Kahena de los berberiscos (400 maridos); d) Augusto El Poderoso de Sajonia (365 esposas); e) Teresa Vaugham de Inglaterra (61 maridos). La democracia ha reducido la poligamia: sale demasiado cara.

SEXO: (1): Megalomanía del amor, según César Moro. La psicoanalista Marita Haman explica que el goce sexual "es percibido como la experiencia más próxima a la felicidad, pero al mismo tiempo la más evanescente". El deseo sexual implica una sensación de angustia que no se sabe cómo satisfacer y para la cual cada individuo encuentra una respuesta. Haman explica que las mujeres de ahora son tan desinhibidas como los hombres, pero todavía no pueden separar del todo el sexo del amor. Y ya se sabe que casi toda infidelidad implica un juego sexual. "Parece que hoy todo vale, hay un cinismo y un desencanto de lo simbólico que estaba representado por la autoridad de los gobernantes, los padres, instituciones como el matrimonio. Se piensa que esto trae la felicidad, pero al final tenemos a muchas mujeres pensando que no hay hombres ideales y a muchos hombres que no encuentran a la mujer perfecta", señala la psicoanalista María Hortensia Cárdenas. (2): Delirio serpentino y antropófago, a juzgar por el poema de Moro: "Estoy libre de deseo. Vivo al interior de él y siendo él ya no sufro de él. Ya no es múltiple en los fines, si polifacético en el deseo. Ya no vivo sino en el deseo". (3): En el libro "La filosofía Playboy", Hugh Hefner, fundador del imperio del desnudismo, dice que el sexo es más que una fuente de placer físico y emocional: "ofrece un medio de comunicación íntimo entre los seres humanos y un modo de establecer identificación personal dentro de una relación y dentro de la sociedad en su conjunto. Y es cuando el sexo sirve a estos otros fines -además o separado y aparte de la reproducción- cuando se eleva sobre el nivel animal (...) y se vuelve más humano". Hay que decir que Hefner podía pasarse días dirigiendo su imperio sin levantarse de la cama.

Alerta contra el racismo

JORGE BRUCE.
El conocido psicoanalista propone aplicar su especialidad a los problemas de la sociedad peruana. Un reciente ensayo suyo analiza la discriminación racial como base de nuestros conflictos más graves. Su mensaje es estremecedor.

David Hidalgo Vega

Todo el país sabe que tres de cada cuatro víctimas de la guerra interna fueron campesinos quechuahablantes. Todo el país sabe que en ciertas discotecas exclusivas de Lima se impide la entrada a quien no tiene el color de piel "correcto". Todos hemos escuchado las prédicas cavernarias de Antauro Humala acerca de la raza cobriza y sus afanes de fusilar a medio mundo. Estamos congestionados de actitudes racistas de ida y vuelta, pero poco se habla del tema. El psicoanalista Jorge Bruce utiliza un concepto de su especialidad para definir la situación: el narcisismo de muerte. "El odio del otro, dice Castoriadis, es la otra cara del odio inconsciente de sí mismo", apunta. Días atrás, durante una disertación, Bruce condujo su diagnóstico por varios aspectos de la realidad nacional. Uno de los temas centrales fue la conclusión de la Comisión de la Verdad: algo hizo que la reacción nacional ante el conflicto que desangraba la sierra se tardara demasiado. La hipótesis de Bruce es descarnada y brutal: "Tengo la impresión de que aquí hubo más que indiferencia. Lo terrible, me temo, es que pudo haber implícito un deseo de que maten a esa gente, a esos otros que no solo no me significan nada, sino que incluso me molestan y estorban". Lo que sigue es una llamada de alerta.

Usted propone psicoanalizar nuestro problema de racismo.
El psicoanálisis no debe limitarse a una práctica clínica. Tengo la idea de que puede aportar al estudio de una serie de problemas de la sociedad peruana como el racismo, la corrupción, el problema de lo criollo. El racismo es uno de los ejes centrales de cómo está estructurada la sociedad peruana, eso ya se ha dicho antes. Lo que propongo es que el psicoanálisis puede ayudarnos a entender cómo viven los peruanos el racismo en su fuero interno y de qué manera esto incide en su comportamiento.

En los últimos tiempos hemos visto brotes de un racismo visceral que no se había tomado en cuenta.
El racismo en la sociedad peruana es multidireccional, no es que vaya solamente de los dominantes a los dominados, hoy lo encontramos en todas partes: si uno va a un restaurante y observa el trato que hay entre el cliente y el mozo, detecta variables de una tremenda desigualdad. Y el racismo es una de las formas más a la mano que se tiene para clasificar a los ciudadanos en categorías. Esto se basa en que todos los grupos humanos en algún momento necesitan, para armar su identidad, tener otro grupo de referencia respecto del cual se puedan sentir mejores o superiores. Decir algo del tipo: "Yo pertenezco a un grupo étnicamente puro, estéticamente superior y con una herencia genética de mayor calidad que estos otros". Castoriadis, un gran científico social y psicoanalista, explicaba esto con algo que yo llamo el silogismo de la amargura: Si afirmo el valor de A debo afirmar el no valor de no A. Es decir, yo valgo en la medida que el otro no vale.

El sociólogo Guillermo Nugent ha escrito que un buen sector de peruanos forma su identidad a medida que se diferencia del cholo.
Claro y lo que es más enajenante es que el propio cholo se puede sentir avergonzado de serlo y hará esfuerzos denodados para alejarse de su propia identidad. En psicoanálisis se le llama a esto el "narcicismo de las pequeñas diferencias": pequeños signos que pueden diferenciar. Por eso se dice que la plata blanquea. A una persona que se siente marginada la única posibilidad que le queda es blanquearse a través de su carro, su ropa. Hay un atávico sentimiento de vergüenza que es reforzado por la publicidad. Mucha gente debe sufrir porque se mira al espejo y se encuentra alejada de los cánones de belleza.

Llama la atención ese comercial de Dina Páucar en que habla de "nosotros, los nuevos peruanos". Muchos recién se están reconociendo así.
Es interesante. ¿Por qué nuevos? Si probablemente son los más viejos de todos. Vale la pena pensar a qué se refiere con eso. Ahora, sí creo que hay un intento de autoafirmación en eso. Yo siempre ando diciéndole a los publicistas que tienen una gran responsabilidad social que no están asumiendo, porque las imágenes que propalan y el sufrimiento que inconscientemente causan en muchos casos es parte de su responsabilidad social. Aquí el paradigma de la raza blanca tiene una fuerza tal que es un directo reflejo del subdesarrollo mental de la sociedad peruana.

¿En el Perú hay un sentimiento de superioridad blanca?
Los nazis llevaron esa idea a su paroxismo en otro contexto. Aquí hay un estereotipo de superioridad emparentada con una vieja actitud colonial. Eso está variando, pero el estereotipo existe y los propios blancos pueden ser víctimas de esta imagen porque como dice un viejo dicho racista: cuídate del blanco sin plata, del cholo con poder. Esas son formas de asignar a cada cual su lugar. Y esta es una sociedad muy rígidamente jerarquizada. Yo lo que trato de acentuar es la vivencia que acompaña todo esto. Una de las evidencias más claras que hemos tenido del racismo en la sociedad peruana aparece en el informe de la CVR. Allí se señala cómo ese profundo racismo permitió que ocurriera lo que ocurrió durante tantos años con una virtual indiferencia de los sectores más modernos y desarrollados de la sociedad. En psicoanálisis se dice que la indiferencia esconde la pulsión de muerte. Probablemente había un deseo implícito allí: bueno, pues, que los maten, de qué nos sirven esos indios que ni siquiera hablan bien castellano. Yo me temo que ha habido un deseo inconsciente de purificación étnica.

Hasta los años veinte se hablaba todavía del alma enigmática del indio. El informe señala un nivel de exclusión tal que es como si todavía se pensara así.
Bueno, hemos avanzado mucho en el estudio y análisis del mundo andino, por lo menos los que nos molestamos en leer. En efecto, el mundo andino ha sido enigmático porque no interesaba, era ignorado. Detrás de eso había un desdén encubierto. Eso cambió con los migrantes y toda esta historia de los "nuevos peruanos", pero una encuesta reciente dice que no hemos dejado de ser racistas. Y yo me pregunto cómo se siente la gente con todo esto. El racismo es un factor de sufrimiento interno. En primer lugar, por supuesto, para los que son despreciados, pero también es un factor de tremendo empobrecimiento de los que desprecian.

¿Esa lectura recurrente de que Toledo era la oportunidad de combatir el prejuicio hacia los cholos tiene asidero?
Es una gran oportunidad perdida, por supuesto. Él subió con una enorme esperanza de modificar ese prejuicio contra los que salen de abajo, los cholos y los indios. Porque Toledo encarna las dos cosas. Y había logrado un éxito académico que la mayoría de blancos no tiene. Él encarnaba la idea de que el secreto del éxito era la educación, que es el mensaje democrático por excelencia. Su fracaso como gobernante trae por tierra esa posibilidad y acarrea el cargamontón de una serie de sectores que se sienten abandonados, maltratados. Toledo era para ellos una esperanza mágica y omnipotente, casi un Mesías. Y ya sabemos que todos los Mesías terminan crucificados.
¿El de Humala es un racismo de retorno?
Yo creo que él trae su propio acervo de resentimiento y el resentimiento es la pareja inseparable del racismo. La novela "Desgracia" de Coetzee es extraordinaria porque muestra que el racismo en Sudáfrica no termina con el 'apartheid', sino que ahora tiene otras características, y revela cuánta violencia había contenida y cómo ahora se puede expresar de maneras brutales, como la de Humala.

Él canaliza un resentimiento que está en toda la región andina.
Es un atizador de unos sentimientos profundamente negativos, no gratuitos, naturalmente. Ahora, Humala es el reflejo exacto del racismo tradicional peruano contra los cholos, los negros, los chinos. Es el reverso de la medalla.

No sé hasta qué punto estimula esta visión errada del poblador andino que quedó evidenciada en la forma cómo se interpretó el caso de Ilave. Esa visión casi folclórica de las crisis sociales.
Es que en el racismo peruano uno de los elementos consiste en utilizar al otro, del cual me quiero diferenciar, como soporte para mi carencia de autoestima. Porque en realidad en ese desprecio lo que hay es una fragilidad del amor propio. En ese odio del otro deposito mis peores aspectos. Entonces los aimaras son vistos con todos los atributos proyectivos: ellos son los bárbaros, salvajes, hostiles. En ese momento se pegan etiquetas y la verdad resulta linchada, junto con el alcalde. Parte del racismo es justamente no conocer al otro. En el momento que lo conoces bien y estableces vínculos, puede que no te caiga bien, pero ya no vas a poder refugiarte en estereotipos.

Ahora, el racismo parece más fuerte contra el cholo que contra el negro.
El prejuicio clásico contra el cholo es que es taimado, astuto, no dice la verdad o la adapta según las circunstancias. Mientras que el estigma del negro ha sido el del bruto. Estos estigmas se refuerzan, negándole educación a éste y engañando al otro. En ciertos mercados veo que cuando pregunto por algo el vendedor me responde "Sí pe, sí pe", mientras mueve sus engranajes mentales para ver si en la pregunta hay alguna trampa. Una tremenda desconfianza. De otro lado, me imagino que para cierto sector de la clase dominante el cholo es más amenazador, quizás porque lo sienten más cercano. Es más fácil aceptar la música negra que la chola. Lo peor que te puede pasar es que te crean cholo, que te vistas como cholo o que tu carro parezca de cholo.

¿Persiste esa angustia de Arguedas de no saber en qué lado ubicarse?
Lo que pasa es que hay una clara relación entre la estratificación social y racial, de un lado, y del otro el empoderamiento. La gente sabe que el problema racial es crucial a la hora de reclamar derechos. En una sociedad como esta la gente puede sentirse extranjero en su tierra. ¿Cómo puede ser esta tu tierra si no tienes derechos? En ese sentido todavía hay una escisión interna. Creo que eso le pasa a una inmensa cantidad de gente. Lo que me da esperanza es que noto que el problema se plantea y aparecen activistas, gente que dice las cosas con claridad.

Como los grupos que protestan por la discriminación en las discotecas de Lima.
Aunque parezca un poco frívolo, es un síntoma elocuente de cómo funciona la sociedad peruana. Esto no solo se da en las discotecas, también en los restaurantes. Mis propios pacientes me han contado que se han encontrado con cosas del tipo "esta es una reunión privada", "disculpe, está lleno".

¿Esto genera crisis interiores?
Definitivamente. Todas las personas que yo trato en mi consultorio se han encontrado con situaciones de racismo, en un sentido o en otro. Ese es un par de anteojos que todos los peruanos tenemos. No es necesario que se digan estas cosas implícitamente. Un señor me contaba que en su tierra era considerado blanco, pero cuando vino a Lima le dijeron que no, que él era serrano. Eso lo descolocó. Estas cosas son de una carga aterradora y pueden causar mucho bloqueo personal, padecimiento. Me imagino a una persona que quiere ir a una discoteca y se pregunta: "¿Me dejarán pasar?". Ese solo dato es de una violencia terrible.

¿Qué terapia nos queda?
Necesitamos hablar las cosas, dejarnos de hipocresías y cambiar nuestro pacto social. Hace poco estuve en Trujillo hablando de este tema. Al final se me acercó una dama de sociedad y me dijo: "Tienes una visión limeña de las cosas; aquí estos problemas no existen, ya los hemos resuelto, tenemos concursos de marinera donde bailamos todos juntos". Y yo le respondí: "lo que quería demostrar". Debemos denunciar esto. Y luego atacar por diferentes frentes. Para no ser racista, hay un trabajo que hacer. De lo contrario tendemos a la marginación. Y en una sociedad tan cargada como la peruana eso es capital.