martes, diciembre 21

La memoria de los dolientes

HUANCAVELICA. Hace un par de semanas la región más pobre del Perú fue sede de un encuentro de autoridades y víctimas que intercambiaron experiencias sobre las recomendaciones de la CVR. Lo que sigue es un relato de las inquietudes que dejó


DAVID HIDALGO VEGA


Nadie ha tomado en serio que hace unos días se produjo una reunión de gente olvidada en el lugar más olvidado del país. Llegaron de Ayacucho, Apurímac, Junín, Ica. Llegaron de caseríos y barrios de refugiados, de pueblos arrasados y vueltos a construir. La escena era antigua pero conmovía: quinientas personas confrontadas a un letrero que decía: "Encuentro Regional con la Verdad". Y la verdad que llegó a encerrarse en ese auditorio de un hospital de Huancavelica fue que en el Perú los dolientes se juntan en soledad. El representante oficial del Gobierno ante el encuentro, Jaime Urrutia, iba a descerrajarla sin darse cuenta de que hay palabras de las que ya no se vuelve: "Si un terremoto arrasara en este momento con todo Huancavelica, no pasaría nada. Puede que nadie se enteraría en varios días, porque no es económicamente relevante". El auditorio se pasmó. Si hubiera que hacer un retrato hablado de las sensaciones, alguien pintaría una junta de fantasmas.
Huancavelica fue el lugar perfecto para la cita. En los momentos iniciales, una voz se preguntó al micrófono: "¿A ver, quiénes hemos venido?". Desde la platea le confirmaron el registro de franquicias dolorosas: asociaciones de familiares de torturados, asociaciones de familiares de desaparecidos, asociaciones de viudas y huérfanos de la violencia política, asociaciones de presos inocentes, asociaciones de víctimas del terrorismo, asociaciones de desplazados, grupos por la dignidad humana. Unos venían de las regiones de la sierra central y otras de la costa. Había delegaciones de cinco departamentos. Todos estaban allí para inaugurar esta convención de dolientes. Porque eso era: la cumbre de los que reclaman y no son escuchados, la asamblea de los que esperan respuesta a expedientes que nadie lee.
Hay una memoria que acentúa el dramatismo escénico del lugar: fue desde esta región que hace años salió una marcha heroica de pobres a la capital encabezada por un alcalde que luego traicionó a su pueblo; es aquí donde siempre ha sido posible encontrar nuevas escalas de pobreza extrema; tuvo que ser en este lugar que un sacerdote se rebelara contra su jerarquía pasa asumir un cargo público, cansado de tanto olvido. Salvador Espinoza Huaroc, el cura-presidente regional, fue el anfitrión.
Su voluntad va paralela a su conciencia: es la única autoridad que se ha comprado el pleito de reparar a las víctimas de la violencia política. "Nos toca construir un hombre andino lleno de vida -dijo entre palabras de bienvenida-. Si hemos sufrido problemas de sangre, nos toca construir una sociedad de hombres en paz". La reivindicación de los callados tenía que nacer en un páramo.

ANTIMEMORIA
En ocasiones como esta es posible saber de qué color tiñe el desdén a la gente. Es decir: por qué Domitila Sánchez Romero tiene la piel de cobre cenizo desde que militares se llevaron a su hijo de su casa; por qué Antenora Gómez mimetiza sus gestos con el negro de sus ropas de luto desde que mataron a su esposo en la calle, desde que un hijo desapareció y el otro escapó de sus torturadores para no volver; por qué Julio Constantino Condori reniega oscuramente de que no lo repongan en el cargo del que fue sacado por una falsa acusación de terrorismo que lo llevó a la cárcel. Lo que los tiene ensombrecidos no es tanto el dolor. Es que nos lo pasemos de largo.
Ni siquiera tiene sentido hablar del miedo a que todo esto se olvide en un futuro cercano, porque el olvido ya está aquí, carcomiéndose de nuevo a esta nación dividida entre los que luchan contra él y los que ya fueron seducidos.
Solo así se explica todo este debate inútil sobre la píldora del día siguiente -superado hace veinte años en el resto del mundo-, cuando todavía deberíamos estar discutiendo sobre cómo recuperarnos de la guerra interna. Solo así es posible que Sendero haya presentado un libro ante un auditorio universitario que acaso no recordaba sus pelotones de aniquilamiento. La voluntad de olvido parece incrustada en nuestros genes. La periodista Rosa María Palacios lo ha dicho más o menos así: "Cada vez que se toca el tema de la CVR (en televisión), el ráting baja". La película "Días de Santiago" -elogiado estreno de estos días- lo pone como frase capital en boca de un ex militar angustiado: "Aquí nadie se va a acordar de nosotros".
Una convención como la de Huancavelica tuvo y tiene un dramatismo adicional: el Encuentro Regional con la Verdad no trajo grandes revelaciones. Estaba planteado como intercambio de experiencias, pero en realidad fue más un debate de voluntades. Salvo los anfitriones, nadie pudo mostrar demasiados adelantos: mientras el alcalde de Pueblo Nuevo de Chincha, Lucio Juárez Ochoa, destacaba su ordenanza que pone a ciertas calles de su pueblo el nombre de víctimas de la violencia, el alcalde de La Merced-Churcampa, Irineo Pacheco, se quejaba de que su pueblo todavía no se ha recuperado de su virtual extinción. Un representante de Huanta, Víctor Cabrera, contó que cada día reciben diez pedidos de ciudadanos que requieren tratamiento médico en Lima. El consejero regional de Junín, Luis Calmell del Solar, llegó a una conclusión lapidaria: "entre el año 80 y el 2004 no hay diferencia para mucha gente, estamos en las mismas".
Tengo la decepcionante certeza de que si el informe de la CVR hablara de campos de concentración nazis y ejecuciones de minorías religiosas balcánicas, tendríamos en rodaje varias películas de Hollywood y más de un libro sobre cualquiera de las matanzas registradas. Si esas páginas hubieran denunciado el arrasamiento de aldeas africanas o asiáticas, habría colas de voluntarios interesados en enrolarse en algún cuerpo de paz. Pero el informe habla de campesinos de los Andes, principalmente. Gente como la que allí, en Huancavelica, parecía encarnar lo que Salomón Lerner denominó "el mandato de los ausentes". Si las frases poderosas lo fueran también en la práctica, algo habríamos avanzado. Pero la realidad es que de todas las normas que rigen en nuestro país, esa es la que se toma por menos vinculante: el mandato de los ausentes es el que no obliga a nadie.

RENACERES
Todo indica que las reparaciones tomarán cuerpo desde abajo, de manera similar a como sucedió con el milagro económico provinciano en la capital. En Lima tenemos imperios nacidos a partir de carretillas. En el Perú ha sido Huancavelica la región más decidida a invertir en mitigar los rastros de la violencia a pesar de su presupuesto exangüe.
"Se han dado una serie de condiciones especiales: un presidente regional que es sacerdote y siempre ha estado en contacto en la problemática social; un gerente regional involucrado en labores comunitarias, un subgerente que trabajó para la Defensoría del Pueblo y la CVR", explica Daniel Zárate, el funcionario encargado de planificar cómo se invertirá el dinero destinado a este fin. Solo el año pasado, la partida fue de 734 mil soles. Para el próximo el monto será redondeado a 750 mil soles. No es mucho, pero supera varias veces lo que se ha hecho en otros antiguos focos de violencia. La Municipalidad de Lima gasta un monto parecido en el rubro de vestuario.
Zárate es un médico limeño que llegó a esta ciudad en los años 90. No ha querido salir de allí desde entonces. El programa de reparaciones impulsado por el padre Salvador se basa en su estrategia . El Plan de Desarrollo de Capacidades define desde los argumentos en los que debería fundamentarse la acción de las autoridades para aplicar las recomendaciones hasta los pasos para crear una red básica de apoyo. "En principio hemos concientizado a distintos sectores de Huancavelica sobre la importancia de unirnos en este esfuerzo. El programa no puede ser hecho en el aire", explica Zárate. De ese modo ha comprometido la participación de los principales funcionarios públicos de la región: el director del área de salud, los titulares de los programas sociales, los líderes de organizaciones civiles y, desde luego, la Iglesia. Una concertación de las precariedades ha empezado a moverse en el interior.
La experiencia huancavelicana dejó impresionada a la platea la tarde en que Zárate expuso sus lineamientos ante autoridades y organizaciones de afectados por la violencia. De alguna manera podría tomarse como la punta de lanza de los esfuerzos en todo el país, si no hubiera esa manía de echar tierra a lo que nos parece difícil de resolver. La analogía con el fenómeno de los migrantes en la costa cobra fuerza en este punto: a medio Lima le tomó tiempo comprender que los desposeídos de los años cincuenta y sesenta ya habían pagado el terreno donde dormían y -cuatro décadas después- estaban listos a darse una mejor vida. Fue cuando se inauguraron los centros comerciales de los conos. No es extraño que en esas provincias de donde vinieron surjan las primeras iniciativas reales para movilizarse tras la catarsis de la CVR. El problema es si será suficiente.
"El Gobierno ha dado beneficios a los retornantes, pero qué pasa con nosotros, los que nos quedamos y soportamos todos los días", se quejaba una mujer en medio de las mesas de debate. Nadie pudo darle una respuesta más allá de los gestos solidarios. Habría que entender que no era un reclamo aislado y que mientras la mitad del país ya encarpetó de nuevo el informe de la Comisión de la Verdad tras su primer aniversario, la otra mitad espera. Muchos peruanos han aprendido a vivir con el hecho de que necesitan un cubierto menos en la mesa, a que las semanas terminan en la visita al cementerio o que es imposible borrar la palabra indulto del currículum para pedir trabajo. Pero no olvidan. El encuentro con la verdad en Huancavelica confirma que los olvidados no se olvidan de nada.

Una militante del evangelio

ROSARIO RIVERA. Tras una agitada historia de militancia política, en la que recibió preparación militar, experimentó una revelación espiritual que la ha convertido en una activista de la solidaridad. Ahora impulsa comedores para niños pobres en Comas

DAVID HIDALGO VEGA


La primera vez que Rosario Rivera salió a luz en muchos años fue por boca de un gurú. El predicador Luis Palau sorprendió a un auditorio de empresarios con la historia de una mujer que hace años lo había querido atacar cuando daba una conferencia en Lima. Se supone que en el momento de los hechos ella llevaba un arma que no hubiera dudado en vaciarle encima de no ser por intervención de la providencia. Algo la hizo desistir y salir huyendo. Esa noche se convirtió a la religión cristiana y dejó su militancia política. "Ella fue asesora del Che Guevara -dijo el orador, aturdiendo a la platea-. Ahora trabaja en un comedor popular". La mujer estaba en una de las mesas y, de no ser por esas palabras, hubiera pasado por una de las seguidoras humildes que habían llegado al exclusivo encuentro por invitación. Cuando la velada terminó, Rosario desapareció al instante entre la multitud, como si no quisiera ser reconocida.
Días después pude encontrarla en su casa de Comas, una construcción de tres pisos en el terreno que años atrás rodeó a una choza. En la primera planta, rodeando un patio central, hay un dormitorio, un depósito y una cocina que funciona a cielo abierto. Varias mujeres preparan comida en sus ollas para 512 niños de la zona. Esta mañana toca arroz con locro de zapallo. Junto a la habitación hay una oficina de administración, en cuyos estantes puede leerse los registros de varios comedores: "Los niños de Jesús de Nazareth", "Jesús es el Señor del Perú", "Enmanuel", "Aposento Alto", "Año nuevo", "Mirador" y "Los niños del Perú". Un crucifijo en la pared y algunos pósters con mensajes cristianos retratan el espíritu del lugar.
Rosario está vestida de manera casual, de un color celeste que parece al de los trajes de educación física escolar. Está sonriente como el día en que Palau la delató cariñosamente ante el público. Parece una típica madre de comedor popular, ajetreada pero serena. Ella supervisa toda la compañía de mujeres que trabaja en el comedor de la comunidad religiosa a la que pertenece. Ellas le tienen respeto porque tiene una especial capacidad de organizar las cosas y su personalidad es firme. Pero es difícil creer lo que el predicador contó de ella, hasta que la propia Rosario se confiesa: "Es cierto, yo siempre fui una revolucionaria".

EDAD DE PIEDRA
Una de las escenas claves de su historia ocurrió cuando tenía 15 años. Viajaba a Lima llevada por unos familiares cuando el auto se malogró en el camino. Mientras lo arreglaban, Rosario llegó a la comisaría de un pueblo cercano. En el patio del local vio a cuatro obreros encadenados. Los guardias les habían puesto una bandeja de comida hacia el centro del patio y cuando ellos trataban de alcanzarla eran molidos a golpes. No pudo soportar esa visión. Esta es la herida primaria de su conciencia, la primera rajadura de su sensibilidad. Por esos años leyó algunas obras de Arguedas y los ensayos de Mariátegui. Empezó a construirse un sustento teórico a la furia que le producían las injusticias.
"Yo estaba enojada porque sentía que mi padre no había hecho nada. Sentía que yo debía hacer algo", recuerda. El paso trascendental de esa decisión fue su viaje a Cuba, apenas cuatro años después del triunfo de la revolución castrista. Era parte del grupo de latinoamericanos que viajaron a recibir preparación en la llamada "guerra de guerrillas". Allá recibió cursos de manejo de armas, lucha armada y sobrevivencia. Una de las prácticas finales fue pasar ocho días sin alimentos y solo una cantimplora con agua.
Fue en medio de esos entrenamientos que conoció al Che Guevara. "Nos habían trabajado mentalmente, como un lavado de cerebro. No había otro como Fidel, no había otro como el Che. Si uno moría en combate, había hecho algo por la revolución".
Rosario regresó para practicar lo aprendido. Hizo trabajo de organización en sindicatos y movimientos obreros. Cuando el Che Guevara pasó por el Perú camino a Bolivia, Rosario estuvo entre los encargados de darle protección. Recuerda haber llegado hasta Juliaca. Pero a medida que se acercaba la hora de cruzar la frontera, ciertas conspiraciones actuaron en su contra. "Yo le dije que no era el momento y él no lo comprendió", recuerda ella. El Che la arrojó bruscamente de su lado, tal vez imaginando que lo decía de mala fe. "Supongo que por eso sigo viva".
Hay episodios de su vida que no quisiera recordar. Ciertos objetos que la remitían a esos años estuvieron escondidos en su casa hasta que un predicador de su comunidad llegó de visita y detectó vibraciones dolorosas en su casa. Ella disimuló entonces, pero ese mismo día tiró todo donde nunca pudiera ser encontrado. "Muchas veces, tras mi conversión, me sentí culpable, con las manos sucias. Pero luego comprendí que el Señor me había perdonado", comenta. La carga de esos años le puso facturas en el camino. Hasta ahora han tratado de matarla tres veces.
Una vez llegó un hombre que se hizo pasar por creyente, pero sacó un revólver para liquidarla en el mismo patio de la casa donde ahora da alimentos a los más necesitados. "Le dije, allí donde estás parado te estás orinando de miedo". Le habló de lo que pretendía hacer y de que el Dios que a ella la había salvado podía darle a él la misma tranquilidad. A los pocos minutos el hombre abrazaba su nueva fe. En otra ocasión, el encargado de eliminarla era un hombre que se infiltró en la comunidad. Rosario recuerda el momento en que ella colocó su mano sobre él y sintió un fuego intenso pasando de su cuerpo hacia el de su atacante. Cayó convertido. El problema vino después, cuando ella lo descubrió dirigiéndose hacia unos ancantilados con la aparente intención de suicidarse. "Es que un proceso así desequilibra a cualquiera. Cuando uno está preparado para no creer, esto te deja sin piso. Luego aceptas tu fe y vuelves a empezar".

CONVERSIÓN
El día de su conversión, 4 de diciembre de 1971, Rosario venía de atacar a una mujer que estuvo a punto de delatar sus intenciones en la conferencia de Luis Palau. Esa noche no pudo dormir. Tuvo sueños apocalípticos sobre castigos divinos que arrasaban el Perú. "Me preguntaba: Che, dónde están tus consejos para evadir estos sueños", recuerda. Dos meses antes alguien le había regalado una Biblia que nunca había leído. La abrió en páginas que iban a darle frases estremecedoras de castigo y perdón. En los minutos siguientes tuvo su revelación: "Una luz bajó del cielo hasta mi choza. Vi un cuerpo envuelto en ropas blancas que bajaba del cielo. Tenía marcas en las manos y los pies. Eso fue una estocada que superó mis fuerzas".
En los años siguientes, Rosario trabajó activamente para su iglesia. Predicó su experiencia en pueblos del interior tanto como en Lima. Algunas veces tuvo testimonios de gente que se convirtió o recibió curaciones extraordinarias por su causa, aunque ella no quiere llamarlos milagros. "Cristo puede cambiar al corazón más perverso y al hombre más corrupto", asegura.
Mucha gente que la conoce ahora no sabe de esta historia. Hace 19 años que ella trabaja por los niños de Comas. También organiza talleres de carpintería, cerrajería y manualidades para padres sin trabajo. De hecho, tienen una carpintería donde se trabajan adornos para la venta. Sus comedores están desperdigados en cerros donde no pueden subir los carros, pero donde no faltan raciones en días de semana. La gente de la zona reconoce con gratitud esa pequeña revolución de la solidaridad que ha logrado levantar en estos años. Su misión está cumplida .

Heyerdahl vuelve a la mar

KON-TIKI RENACE. El nieto del legendario Thor Heyerdahl se embarcará en otra balsa, la Tangaroa, 60 años después de la hazaña mundial que unió el Callao con la Polinesia. La nueva balsa será más moderna: tendrá una vela más grande y conexión a Internet

David Hidalgo


El muchacho es larguirucho e imberbe, lo menos parecido a lo que sugiere su apellido. Se diría que ni siquiera ha visto Indiana Jones. Olav Heyerdahl tiene la pinta de universitario relajado, de esos que no se preocupan por quién pagará las boletas de fin de mes. En realidad es un profesional de 27 años. "Yo escogí una vida absolutamente diferente a la de mi abuelo", dice el muchacho. Su currículo de ingeniero civil tiene una mención de especialidad en carpintería. Hasta hace unos meses estaba estudiando un curso en Sudáfrica. Cuando está en su país, se dedica a la construcción de casas. Lo más cercano que ha estado hasta ahora de las aventuras legendarias de su abuelo han sido los correteos que daba en los pasillos del Museo Kon-Tiki, de Oslo, donde se conserva un modelo de la balsa original. "A veces me imaginaba montado encima en viajes increíbles", confiesa Olav. De pronto ya no tuvo que imaginar más y se metió en el proyecto de repetir ese viaje a través del Océano Pacífico. Cabría decir que las aguas saladas llaman, como la sangre.
Ocurre que de todos los exploradores y aventureros que han recalado por el Perú, el que más simpatías despertó siempre fue Thor Heyerdahl, quizás porque fue el único que logró su meta. Entre los ilusos que cada cierto tiempo llegan -mapa en mano- en busca de la ciudadela del Paititi y quienes por temporadas alborotan la leyenda del tesoro de Catalina Huanca, nadie pudo mostrar nunca resultados mínimamente convincentes. Heyerdahl, en cambio, zarpó desde el escepticismo en el Callao -en abril de 1947- con la idea de probar que se podía llegar a la Polinesia, como cuatrocientos años atrás pudo suceder con el inca Túpac Yupanqui, según versiones recogidas por los cronistas de la Conquista. Tras 101 días de peripecias en medio del océano, el explorador noruego bautizó su teoría al encallar en una isla del archipiélago de Tuamotu. Su fama estalló en todo el planeta. Fue como si hubiera descubierto un continente. El libro con sus relatos del viaje fue devorado por sus fanáticos.
Casi sesenta años después, el apellido vuelve a las costas peruanas con gran atención mediática. "Kon-Tiki navegará de nuevo con un giro moderno", despachó la cadena noticiosa estadounidense CNN hace un par de meses desde Noruega. La época necesita románticos y la fórmula promete. Al mediodía de ayer varias agencias noticiosas informaron desde Lima que la tercera generación Heyerdahl había hecho oficial su reto desde la misma ciudad en la que el noruego más famoso del mundo inició su aventura más osada.

NUEVA TRIBU
El impulsor de este viaje es Torgeir Higraff, un periodista noruego que ha decidido dejar los temas políticos para embarcarse en este 'remake' casi cinematográfico. En los años noventa, Higraff recorrió varios países de Latinoamérica como corresponsal. "Me interesó comprobar que la cultura es muy semejante, desde México hasta Perú", comenta. Hace ocho años tuvo la ocurrencia de mandar las formalidades al tacho y realizar la misma peripecia que su famoso compatriota. "Pero la guerra entre el Perú y Ecuador me impidió realizar el proyecto. Me decían que la gente de ambos países estaba muy dividida y no aceptarían colaborar unos con otros". Tuvo que dejar la idea para mejores tiempos.
El esfuerzo de ahora lleva dos años. En ese lapso, ha contactado a gente cercana a Thor Heyerdahl, tanto para conocer detalles de sus expediciones como para empaparse de un clima propicio. Uno de los involucrados es precisamente Anders Berg, fotógrafo y documentalista que trabajó durante veinte años con el explorador. Años después de su hazaña, Berg realizó el documental cuyo título iba a convertirse en el sobrenombre de Heyerdahl en los círculos de aventureros del mundo: "The Kon-Tiki Man".
"Thor era una aventura en sí mismo, te impresionaba con sus historias. Pero nunca se me ocurrió que yo podría participar en una", confiesa. Una de sus inspiraciones fue el registro en película que el propio Heyerdahl realizó durante el viaje de la balsa, que en 1951 recibió un premio Óscar. Para esta segunda expedición, Berg quiere registrar la travesía con su propio pulso. La nave llevará el equipo necesario para editar las imágenes y enviarlas por satélite a todo el planeta. "Hasta podremos conectarnos a Internet, de modo que la gente podrá seguir nuestra trayectoria en todo momento".
El tema de la trayectoria todavía es espinoso por ahora, pues el equipo todavía no tiene piloto ni experto en navegación. Hasta la fecha, aseguran, han recibido 200 cartas de postulación de Estados Unidos, Alemania, Australia y Canadá. Ya entrevistaron personalmente a 12 de los aspirantes. La decisión no está tomada. "Necesitamos una persona que además de conocimentos marítimos sepa algo de embarcaciones antiguas, algo de tecnología para manejar los equipos que tendremos; en fin, alguien muy preparado", indica Higraff. Todavía no les llega una solicitud del Perú, pero un marino nacional ya puso su cuota: "El contralmirante Casaretto, quien sabe mucho del tema de la Kon-Tiki y alguna vez conoció personalmente a Thor, nos ha ofrecido toda su colaboración".

LA TANGAROA
El nombre de la nueva embarcación proviene de cierto personaje mítico de la Polinesia al que se atribuye el dominio del mar. El señor de las aguas. Pero el cambio más importante estará en la balsa misma. "Cuando Thor construyó la Kon-Tiki lo hizo según los conocimientos que se tenía de la técnica artesanal de los antiguos peruanos. En los años siguientes descubrió nuevas cosas que nosotros vamos a aplicar en esta balsa", explica Higraff.
Un cambio clave es el de las quillas de dirección. "En la Kon-Tiki no tenían posibilidad de levantar la quilla para modificar el rumbo. Por eso, cuando llegaron al archipiélago no pudieron evitar el choque. Nosotros colocaremos un sistema de nueve quillas, con un timón más maniobrable. Así podremos sortear los escollos y seguir un poco más". Por lo pronto, los 8.500 kilómetros ya son un reto. Hasta se han hecho a la idea de pasar por zonas de tiburones como el de la famosa foto que hizo fantasear a los fanáticos de la Kon-Tiki.
La Tangaroa será de mayores proporciones ligeramente mayores que su antecesora: un metro más que los 8 metros de largo por 14 de largo. Más notorio será el cambio en las dimensiones de la vela, que de los 30 metros cuadrados usados originalmente pasará a 60 metros cuadrados. "Estudios posteriores a la Kon-Tiki determinaron que esa pudo ser la medida de las velas usadas por las embarcaciones de Túpac Yupanqui", comenta Higraff. Con modificaciones como esas puede que el trayecto no sea más placentero, pero sí algo más seguro.
El trío calcula que el viaje les tomará el mismo tiempo que al abuelo de Olav: cien días, más o menos. A pesar de las nuevas condiciones en que harán la travesía, el riesgo es considerable, al punto que la madre de Olav fue la primera en oponerse -al menos al principio- por muy nieto que fuera de Thor Heyerdahl. Al final, una mano del padre del muchacho, quien lleva el mismo nombre del dios escandinavo, ayudó a manejar la situación. "Ahora que estoy metido en esto comprendo mejor lo excitante que fue la vida de mi abuelo", dice Olav. No se veían demasiado, apenas dos veces al año. Una de esas ocasiones fue cuando Olav tenía 13 años y lo visitó en Túcume, en Chiclayo. Ahora que viene solo ha vuelto a sentir esa emoción.